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Ella prueba que el hombre, cuando no tiene humor ni fuerza para destruir, se suele entretener por lo ménos en crear estorbos ó cosas inútiles.

A también me parece más bonita cada día dice otro tertulio; pero creo que se ha modificado mucho su genio de algún tiempo a esta parte... Usted, pollo, no la ha conocido como nosotros... Era una loquita encantadora, ¡tan alegre! ¡tan traviesa!... Nadie podía estar a su lado de mal humor... Ahora la encuentro grave, triste casi siempre...

Tuvo el bachiller el envite: quedóse, añadióse al ordinaro un par de pichones, tratóse en la mesa de caballerías, siguióle el humor Carrasco, acabóse el banquete, durmieron la siesta, volvió Sancho y renovóse la plática pasada. Capítulo IV. Donde Sancho Panza satisface al bachiller Sansón Carrasco de sus dudas y preguntas, con otros sucesos dignos de saberse y de contarse

Además añadió la Roubinet mirando a Francisca con intención, al rezar a nuestro gran patriarca cuide usted de conservar su gracia y su humor apacible: Con la sonrisa en los labios Y con la gracia en los ojos La virtud es aún más bella... Bonitos versos dijo la abuela. ¿De quién son? De uno de mis autores favoritos respondió la Roubinet muy contenta por haber hecho efecto. Son de Laprade.

Mas ¡con qué maravillosa sencillez de medios! Lo que aún llama más la atención que los órganos de movimiento, es lo que podríamos nombrar las expresiones, las actitudes, los signos originales del humor y del carácter. Hay seres apáticos, otros muy activos y fantásticos, otros agitados por la guerra, otros diligentes sin causa aparente y poseídos de una vana agitación.

Y viendo a Lucía que permanecía de pie y con aire contrito, le señaló el otro sillón. Trájolo Lucía arrastrando hasta ponerlo frente al de Artegui, y tomó asiento. Hable usted de algo prosiguió Artegui ; hablemos.... Necesitamos distraernos, charlar... como esta tarde. ¡Ah!, ¡esta tarde estaba usted de tan buen humor! ¿Y usted? El calor me agobiaba.

Si las tuviera no sería yo el que me pusiera a escribir tonterías para divertir a otros, o tener empleo con sueldo... Pero si tuviera empleo, y jefe, y a hora fijas, y onces, y expedientes, y la cesantía al ojo, no tendría yo humor de escribir periódicos... o ser catedrático... pero si fuera catedrático, sabría algo, y entonces no servía para periodista...

Yo estaba encarnada como una puesta de sol, y muy contenta, lo confieso, al saber que Máximo me encuentra bonita. ¡Quisiera tanto gustarle! El mal humor de la Marquesa se ha ido disipando poco a poco y ha acabado por convenir en que la presencia de Luciana en su casa es un gran atractivo para los amigos.

»Luego me arrepiento pensando que acaso el que escribió ese libro es un buen hombre que tiene seis hijos y que trabaja todo el día en una oficina. Y resulta que al mal humor que tenía antes se añade este otro. Y, por eso, yo rehuyo cuanto puedo el escribir acerca de los libros que tengo sobre la mesa y digo que todos son admirables, aunque no los haya leído.

Barbarita se echó a reír con donaire. «Pero qué, ¿os han dado otro timo?». Quia; ahora no. Este es auténtico... este es de ley; no tiene hoja, como el otro, por quien perdiste la chaveta. ¡Bah!, no quiero oírte... repuso Barbarita con humor festivo, y se separó de ellas para ir presurosa a la iglesia. Oye... mira dijo Guillermina llamándola... Cuando salgas, date una vuelta por las tiendas.