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Estaba corrigiendo una tarde pliegos de un libro, cuando se le presentó Pateta en actitud humilde. ¿Qué quieres? Pedirle a Vd. un favor, porque el señor Millán no ha venío. Vamos, di. Pues yo tengo novia. Es decir, novia mía, la verdad, no es; pero ya nos hablamos algo... y mañana es su santo.

Tal vez estas consideraciones, unidas á las sonrisas de Eva y al humilde silencio con que Adán acogió las reprimendas del Señor, ablandaron el corazón de éste. Pareció arrepentirse de su anterior severidad, y añadió con un tono de benevolencia: No esperéis que os perdone, permitiendo que volváis á disfrutar por segunda vez los placeres del Paraíso.

Los que jamás tienen ni tuvieron ideal alguno no se apuran por esto; pero D. Luis se apuraba. D. Luis pensó desde luego en sustituir el antiguo y encumbrado ideal con otro más humilde y fácil.

Y mirando a las damas que iban y venían, unas elegantes, lujosas, otras enlutadas o con hábito humilde, todas deseando a su modo agradar, todas procurándolo, Mesía imaginaba secretos hilos invisibles que iban de faldas a faldas, de la sotana a la basquiña, del cura a la hembra. En suma, don Álvaro tenía celos, envidia y rabia.

Pero, esto no es una desgracia, ¿verdad? la pobreza es la menor de las desgracias... Dígame algo, tía, dígame que quiere mucho a su humilde sobrinita...

El pescador menos gallardo se apartó a dar orden a la demás turba a que levantasen las voces en alabanzas de la recién venida extranjera y que tocasen todos los instrumentos en señal del regocijo. Las dos pescadoras, fea y hermosa, con sumisión humilde, besaron las manos a Auristela, y ella las abrazó cortés y amigablemente.

Nació José Martí en cuna humilde, en La Habana, el 28 de enero de 1853, en la casa marcada con el n.º 102 de la calle de Paula.

Sería feliz probablemente como lo son a menudo las gentes de humilde condición, más feliz quizá que las que son criadas en el lujo.

De los primeros, que tuvieron principio humilde y subieron a la grandeza que agora conservan, te sirva de ejemplo la Casa Otomana, que, de un humilde y bajo pastor que le dio principio, está en la cumbre que le vemos.

La ingenua y antigua usanza de reclamar el autor en la primera página de su obra, la indulgencia del lector, ha caido en desuso desgraciada ó afortunadamente. Aun á riesgo de aparecer desafecto á la moda actual, recomiendo aunque tarde mi humilde libro á la benevolencia de quien le hojee, ora sea con distraccion.