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650 Después de mucho sufrir tan peligrosa inquietú, alcanzamos con salú a divisar una sierra, y al fin pisamos la tierra en donde crece el ombú. 651 Nueva pena sintió el pecho por Cruz, en aquel paraje, y en humilde vasallaje a la majestá infinita, besé esta tierra bendita, que ya no pisa el salvaje.

Ora nos codea el steward, sonriéndonos con malicia porque nos muestra suspendida del brazo la Calipso a quien ha consignado todos los chelines escamotados en la navegacion, y porque en vez de la humilde servilleta, esa blanca y prosáica librea del comedor flotante, ostenta una levita azul de botones amarillos ó blancos, la cachucha del doméstico marino y el estrecho corbatín del dandy.

Creo que no llevará su rencor hasta el punto de arrojarme de su casa; me parece que no voy a poder subir la escalera, ya los nervios me bailan y el corazón me da saltos: debo estar blanca como un papel... ¿Por dónde empezaré? ¿entraré altiva o humilde? humilde, ¡Dios mío! porque voy a humillarme; ¡qué paso tan penoso!

Listo eres, según me dicen; además trabajador, y el resto lo obtendrás con exceso. Aquí te quedas preparándote para entrar en el Seminario. Nada ha de faltarte; ni maestros, ni consejos, ni ejemplos. ¡Quiera el Señor que seas un día Príncipe de la Iglesia! Otros de más humilde origen han llegado a tan alta jerarquía, y no habrá milagro en que les iguales.

El candoroso joven, que siempre parecía adolescente, permaneció en la misma actitud humilde, como si estuviese esperando el golpe de la cuchilla que había de segarle el cuello. Soy muy malo, D.ª Rafaela articuló dulcemente. No merezco las bondades con que usted me favorece. No le tengo a usted por tal, querido, ni lo tiene nadie... Habrá sido una calumnia... No, no es calumnia por desgracia...

Algo intimidado en presencia del famoso dueño de Villa-Sirena, confesaba su origen humilde sin orgullo y sin timidez. Era un pobre, hijo de pobres.

Donde ella estaba, nadie hacía nada más que ella. Pasaba la vida ocupada en su gran pasión de tratar asuntos de los demás, de chupar golosinas ajenas, y comer fuera de casa. Allá quedaba el modesto marido, el humilde empleado del Banco, de cuerpo pequeño, de rostro de ángel envejecido, atusando el bigotillo gris y cuidando de la prole. Visitación lo exigía así.

Romagné, a fuer de hombre juicioso, obtó por la cocina. Supo conducirse en ella de tal suerte, que se captó la simpatía y el aprecio de todos. Lejos de prevalerse de la amistad que le unía con el amo, mostrose más humilde y más modesto que el último marmitón. Era un criado que M. L'Ambert había puesto a sus servidores.

Esta súplica tan humilde hizo que Marta mirara a Mathys profundamente impresionada e indecisa respecto a lo que debía hacer. Su hija fué a ponerse con las manos juntas delante de ella. ¡Oh madre querida, perdón, perdón para la señora de Bruinsteen! ¡Perdonadla! Quiero olvidarlo todo, hija mía murmuró la viuda . Mi felicidad no necesita de la desdicha de la señora ni de la de Mathys.

De esta manera llegó a ser médico del humilde balneario el doctor Ruiloz, a pesar de que por entonces ya su nombre corría de boca en boca, seguido de tales alabanzas, que nadie pudo comprender cómo ni por qué aceptó destino tan poco lucrativo.