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Quedamos estáticos, inmóviles, y la palabra humilde ante la idea, se refugió en el silencio. Silencio imprescindible, fecundo, porque a su amparo el espíritu tiende sus alas calladas y vuela, vuela, lejos de la tierra, lejos de los mundos, a esas regiones vagas y desconocidas, que se atraviesan sin conciencia y de las que se retorna sin recuerdo. ¿Cómo pintar el cuadro que teníamos delante?

Esta carne quitada de la frente Del ternezuelo potro quando nace, Cuya virtud probada y excelente En todo mi deseo satisface, Envuelta en esta yerba, á quien el diente Tocó del corderillo quando nasce, Hará que Aurelio venga qual cordero Mansisimo y humilde á lo que quiero.

Que si dizen que vn Hombre es a otro dios, Homo homini deus, bien podré yo dezir, q. es el alma de mi persona, y vida la salud y gracia de quien yo sobre todos estimo y amo. Este es V. Ex.^a y Su sieruo muy humilde. Ant. Perez. a jx de Octubre. Sup.^co a V. Ex.^a lo q. dirá Mos de Fosusa, es vna carta para el Gran Maestre de Malta.

Aquel rostro parece divino, combinándose en él la expresión del dolor más profundo y la humilde conformidad con la voluntad del Altísimo. Los ojos de la Virgen son hermosos y dulces; el llanto los humedece. En las mejillas de la imagen hay dos o tres lágrimas como el rocío en las rosas. En el resto de la imagen no se advierte forma ni dibujo de cuerpo de mujer.

Cuando terminó la sonata, ambos quedaron un rato en silencio, oprimidos por ese inexplicable deseo que la música infunde, de una dicha excesiva, superior a la condición humana. Ella echó sobre Julio una rápida mirada; estaba un poco pálido y tenía los ojos húmedos, absortos en ella; sus palabras, al reanudar la conversación, tomaron el dejo humilde. En esto apareció Laura.

Los frailes dominicos del lugar nunca quisieron bien á la familia de los Mendozas. Á pesar de la piedad suma de las chachas Victoria y Ramoncica, y de la devoción humilde de D. José, no podían tragar á D. Diego, y se mostraban escandalizados de los desafueros é insolencias de D. Fadrique.

Evocaba en su memoria, con el relieve de las cosas vivientes, su último día en Madrid... Una gran mancha roja temblaba sobre el empapelado de una pared: era el reflejo de incendio del carbón amontonado en la chimenea, única luz del dormitorio. Y sobre el fondo rojo, parpadeante, una sombra horizontal, de contornos humanos. Ojeda conocía bien las líneas de este cuerpo: era ella, pegada a él, bajo las cubiertas de la cama, empequeñecida, humilde por el dolor de una desesperación silenciosa.

Facundo Quiroga fué hijo de un sanjuanino de humilde condición, pero que, avecindado en los Llanos de La Rioja, había adquirido en el pastoreo una regular fortuna. El año 1799 fué enviado Facundo a la patria de su padre a recibir la educación limitada que podía adquirirse en las escuelas: leer y escribir.

Es natural ... dijo también suspirando el cura, e inclinando con melancolía su frente pensadora, surcada por arrugas precoces. Aquello me puso silencioso, y así tomé asiento junto a un buen fuego que ardía en la humilde chimenea del saloncito. Hasta entonces pude examinar completamente la persona del cura.

Hijo único entonces, heredaría todas sus riquezas, y, como si dijéramos, nada menos que el cacicato de este lugar; pero Vd. sabe bien lo firme de mi resolución. Aunque indigno y humilde, me siento llamado al sacerdocio, y los bienes de la tierra hacen poca mella en mi ánimo.