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Pepe se quedó plantado delante de María, con los brazos cruzados y los ojos fijos en ella. María sostuvo sin alterarse aquellas miradas penetrantes como dardos. Aquellos amores parecían más bien de tigres que de seres humanos. ¡Y tales son, sin embargo, los que la literatura moderna suele atribuir a distinguidos caballeros y a damas elegantes!

Pero él, bondadoso, agradecido, con notable afecto hacia , porque yo no puedo ni quiero quejarme de su tibieza ni de su egoísmo, siempre me consideró como a una buena mujer, aunque harto ligera, y ese amor verdadero, ese apretado lazo de unión completa e indisoluble entre dos corazones humanos, jamás imaginó que pudiera enlazar su corazón con el mío.

Por alguna tribu enemiga respondió el Capitán . Como os he dicho, los habitantes del interior están en continua guerra con los de la costa. Pues el ataque no ha podido ser más oportuno para nosotros observó Cornelio . ¿Oís? Hacia el río se oía terrible clamoreo: eran gritos feroces, más de fieras que de seres humanos, y de vez en cuando sonaba un ruido como de tambor u otro instrumento análogo.

Quizás, y sin quizás uno de los más fuertes alicientes de esa afición está en su misma restricción, pues los indios y chinos que juegan al gallo, humanos son, y como humanos experimentan la picazón que exacerba toda privación.

Segundo, inquirir de su experiencia, pues le imagino a usted por sus escritos hombre de esos que han vivido más de lo que les queda que vivir, si hay efectivamente de tejas abajo una fatalidad que persigue a los humanos, y una desgracia en el mundo que se asemeje a la desgracia mía.

En los Estados Unidos tal vez habrán sido más humanos con los indios. Pero yo no he visto indios muy en auge en los Estados Unidos, ni que alguno de ellos figure entre los personajes importantes, que por su riqueza, por su posición ó por su saber, influyen ni remotamente en el gobierno de la nación.

Sólo quedarían hombres. ¡Y esto podía lograrse tan pronto como la inmensa mayoría de los humanos, el innumerable ejército de la miseria, se diese cuenta de su fuerza, negándose a sostener por más tiempo la obra de la tradición!...

Una masa enorme de cuerpos humanos se precipitaba por las rocas con velocidad vertiginosa: eran ciento, doscientos, cuatrocientos; porque parecía que no acababan nunca.

No las critico ni las excuso; nadie puede decir con certeza quién tiene razón y quién no la tiene. ¡Cambiamos de creencias con tanta facilidad los seres humanos!... Antes de que usted viniese á este país yo pensaba de un modo, y ahora reconozco que veo las cosas de distinta manera.... Pero no nos salgamos de la lección.

En 1823 y el triste día 13 de Junio, en que tantos excesos cometieron las turbas absolutistas, al estallar aquella tarde el depósito de pólvora que estaba establecido en el edificio de la Inquisición, la Alameda ofreció un triste cuadro, pues en ella cayeron no pocos restos humanos de los que fueron víctimas de aquella catástrofe.