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Sin duda la crítica de Signorelli es, en lo general, la estrecha de su tiempo y de su nación, pero, á pesar de esto, ha estimado y realzado algunas bellezas de los dramáticos españoles, y por ningún concepto merece las burlas y desprecios de la Huerta.

El primer acto de «Chantecler» se desarrolla en un corral: el segundo en una eminencia desde donde se columbra un valle: amanece; el tercero, en una huerta: el cuarto, en una selva; es de noche. Argumento: Una faisana, ligeramente herida por un cazador, cae en el corral donde impera «Chantecler», hermoso y sultán.

De pronto veo que aparece Sola por la puerta de la huerta; doy un paso hacia ella, me mira con semblante frío, serio como el de una estatua, mueve su cabeza como diciendo no, no.

Acordóse entonces de lo que tanto antes Nuestro Señor le había mostrado, y así sufrió con grande valor estas y otras gravísimas molestias de aquellos bárbaros tan crueles, que le echaron los caballos á pacer en su huerta, para quitarle en un momento el sudor de su rostro y el trabajo de sus manos.

Eran dos reales ó poco menos lo que en una semana había dejado en la taberna con tantos obsequios. Y él se mostraba generoso. ¿Para quién quería los cuartos sino para ella? Cuando se casaran alguna vez habría de ser ya guardaría el dinero. La cosa sería de allí á diez ó doce años; no había prisa; todos los noviazgos de la huerta duraban una temporada así.

Y como toda la huerta pensaba así, en vano al día siguiente de la riña pasaron y repasaron por las sendas dos charolados tricornios, yendo de casa de Copa á la barraca de Pimentó para hacer preguntas insidiosas á la gente que estaba en los campos.

Todas hablaban á un tiempo; unas se insultaban, otras iban despellejando á los ausentes haciendo público todos los escándalos de la huerta. La juventud, libre de la severidad paternal, se desprendía del gesto hipócrita fabricado para la casa, y se mostraba con toda la acometividad de una rudeza falta de expansión.

De aquí salieron los Reyes pensó Bonifacio, que desde una calleja vecina contemplaba el cuadro de paz suave y melancólica de aquella miseria, aislada de las vanas grandezas del mundo . Un grupo de castaños y una pared de una huerta, le ocultaban a la vista de los chiquillos y los perros, que, de notar su presencia, se hubieran alarmado.

Barret sintió que toda su sangre le subía de golpe á la cabeza, que reaparecía su borrachera, y se incorporó, tirando de la hoz.... ¿Y aún dicen que el demonio no es bueno? Allí estaba su hombre; el mismo que deseaba ver desde el día anterior. El viejo usurero había vacilado mucho antes de salir de su casa. Le escocía algo lo del tío Barret; el suceso estaba reciente y la huerta es traicionera.

Había que adelantar tiempo y Fermín lo adelantó; estudiaba por cuatro y trabajaba en los quehaceres domésticos de la Rectoral; cuidaba la huerta además y así ganaba comida y enseñanza. Iba a dormir a la cabaña de su madre, que a la boca de una mina había levantado cuatro tablas, para instalar una taberna.