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Estos eran tres, aunque en una sola pieza y de una misma altura, y de distinta época cada uno de ellos; pero todos más modernos que la torre, particularmente el principal. No era esta casa tan ostentosa como la de los Pomares de Promisiones; pero tan «bien nacida», y desde luego más rancia de linaje. Buena huerta y grandes cercados en las inmediaciones de la corralada.

Cuando la comunidad salía de la capilla, doña Manolita, que había entrado de las últimas, sofocada, se acercó a la Superiora y le dijo que Mauricia estaba en la huerta sobre el montón de mantillo. Ya... en la basura replicó Sor Natividad frunciendo el ceño ; es su sitio. Bajaron las recogidas al refectorio a tomar el chocolate con rebanada de pan.

No se avergonzó de que su confesor la hubiera visto en tal situación.... Le saludó amable, bulliciosa, y volvió con Obdulia, con Visita y con Edelmira a correr por la huerta, seguidas de Paco, Joaquín, don Álvaro y don Víctor.

El descubrimiento que debía a Petra no era para revelado sin su cuenta y razón. A Frígilis podía decírsele todo, pero a su tiempo». Salieron del Parque. El mismo Quintanar cerró la verja con su llave. Crespo iba delante. Miró don Víctor hacia el fondo de la huerta, hacia el caserón que ya le parecía otro... «¿Qué hacía? ¿Era un cobarde aplazando su venganza?

No digo que no, tía María repuso don Modesto ; pero no me usted cartas en el asunto, y déjeme observar mi estricta neutralidad. No tengo dos caras; tengo la que me afeita Ramón, y no otra. En este momento entró Marisalada en la huerta.

Toda mi casta dijo la más seria y conceptuosa viene de reyes; y en mi casa las camas son de oro y las ropas de seda de la India; y si mi papá gana el pleito que le defiende el papá de ésta, ensanchará la huerta en más de otro tanto...; y como soy tan fina por principios, cuando me apesta una niña ordinaria, se lo digo, y al sol.

El Agamenón vengado se prestaba aún menos que la Raquel á restaurar el brillo del drama castellano. Pero si La Huerta tenía pocas facultades para autor dramático, era aún más limitada su vocación de crítico.

Muchos sostenían que la preponderancia de la casa sobre las otras tabernas de la huerta se debía á estos asombrosos adornos, y Copa maldecía las moscas que empañaban tanta hermosura con el negro punteado de sus desahogos.

Este movimiento de la huerta hacia la barraca de su enemigo era una prueba de que Pimentó se hallaba grave. Tal vez iba á morir. Estaba seguro de que las dos balas de su escopeta las tenía aún en el cuerpo. Y ahora, ¿qué iba á pasar?... ¿Moriría él en presidio, como el pobre tío Barret?... No; se continuarían las costumbres de la huerta, el respeto á la justicia por mano propia.

Salió á luz este interesante trabajo en 1840. Véase la lámina Fragmentos del palacio de Medina-Azzahra. No habiendo podido proporcionarme ninguno de los capiteles de Medina-Azzahra que yacen en la huerta del monasterio de S. Gerónimo, no me es dado ofrecer al lector mas que los dibujos de los otros fragmentos que en mi poder conservo.