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Antes de amarte a no amó a ninguno.... ¡Gabriela ama a otro, y acaso no le olvide jamás!... Supongamos que mañana eres esposo de esa elegante señorita.... ¿Quién responde, quién, de que Gabriela, es decir, tu «esposa», no piense algunas veces en Ernesto? El otro día le viste escribir una letra... ¡y sentiste celos, celos horribles! ¿Me pides consejo?

Pero no su respuesta, pues, en el mismo instante en que pronunciaba con tranquilidad aparente esas horribles palabras, vi desarrollarse ante mis ojos con una terrible vivacidad aquella escena de mis años de infancia en que Marta se me había aparecido tendida en el sofá, semejante a un cadáver.

Lo que causa verdadera pena al ánimo, es el observar las mutilaciones horribles que los viajeros, en su mayor parte ingleses, han prácticado con un grande número de estatuas de las infinitas que coronan el templo. Es un verdadero sacrilegio maltratar las obras del genio y dejar atras á los bárbaros, que sin duda las respetarian.

El mísero rebaño de los mineros, albergado en los barracones y cantinas, tenía una fe ciega en su ciencia, le miraba como á un brujo capaz de los mayores prodigios para remendar los desperfectos del andamiaje humano. Pasaban por los caminos de la montaña un sinnúmero de lisiados, que, al conservar la vida después de horribles catástrofes, proclamaban la maestría del cirujano.

Y daba vueltas como loca por el cuarto buscándola, y la puso abierta ante los ojos del cura, temblando como una azogada, con los ojos desencajados, sintiendo horribles escalofríos que le comenzaban en la nuca y le seguían por toda la espalda.

Despreciaba los ideales políticos, pero por solidaridad de clase había aceptado en los últimos años todas las declamaciones contra los escándalos del régimen. ¿Qué podía hacer una República corrompida y desorganizada ante el Imperio más sólido y fuerte de la tierra?... «Vamos á la muerte se decía á solas . ¡Peor que en el 70!... Nos tocará ver cosas horribles

¿Yo? ¿qué hubiera hecho yo? ¡dar mal por mal y con creces, con horribles creces! primero... en el primer momento se me ocurrió matar... cuando me hieren, lo primero que se me ocurre es matar; pero después... la reflexión, la calma,.. ¡matar! ¡hacer morir! ¡es decir, exterminar! ¡no, no! ¡es poco! yo creía que tenías más alma... y tienes el alma débil... no has sabido sacrificarte para sacrificarle... para sacrificarla á ella...

¡Bendito sea Dios! ¿qué será esto del soñar? ¿Anunciarán los sueños realidades? ¿Estas horribles mentiras traerán consigo algo que con la misma verdad se relacione?

Algunos cromos y unas pinturas horribles representando paisajes de Valldemosa y Miramar adornaban las paredes. Catalina, la hija de don Benito, bajó apresuradamente del piso superior. Llevaba aún polvos de arroz esparcidos en el pecho, revelando el apresuramiento con que había dado un último toque de adorno a su persona al ver llegar el carruaje.

Habíase arrancado los horribles anteojos y arrojándolos a sus pies en un gesto de cólera, y sus hermosos ojos, claros y transparentes como el agua del mar, aparecían anegados en lágrimas y fijos en el joven con una desesperada angustia. ¡El callarse hubiera sido demasiado cruel!