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Habiendo vuelto por segunda vez á Buenos-Aires, hallé este pais en tan completa anarquia, que, reconociendo la absoluta imposibilidad de pasar á Chile atravesando las pampas, tomé el partido de doblar el cabo Hornos.

En el lado opuesto a la huerta, un espacio de las mismas dimensiones, y encerrado en las tapias del convento, contenía los molinos de aceite, cuyas vigas, de cincuenta pies de largo y cuatro de ancho, eran de caoba, y además las atahonas, los hornos, las caballerizas y los establos.

El humo de los hornos que durante toda la noche velaban respirando con bronco resoplido se plateó vagamente en sus espirales más remotas; apareció risueña claridad por los lejanos términos y detrás de los montes, y poco a poco fueron saliendo sucesivamente de la sombra los cerros que rodean a Socartes, los inmensos taludes de tierra rojiza, los negros edificios.

Estas consideraciones, unidas á las que con maduro acuerdo hace el capitan D. Manuel Josef de Orejuela en las tres representaciones que ha exhibido con fechas de 21 de Noviembre de 1781, 18 de Febrero, y 12 de Abril del corriente año, califican en tanto grado la sospecha de que los ingleses se hayan poblado y fortalecido en algunos de puertos que hay desde la bahia de San Julian para el sur hasta el Cabo de Hornos, que apenas habrá hombre prudente que, reflexionando con detenida meditacion la materia, dude de semejantes establecimientos.

Por fin entregó un sobre cerrado á la aña Nicanora, rogándola que aquella misma tarde fuese á los altos hornos para entregarlo á don Fernando. Todas las preguntas de la curiosa campesina fueron inútiles. La niña estaba de mal humor y no quería contestar. Doña Cristina permaneció invisible hasta la hora de la comida.

11 Malquías hijo de Harim y Hasub hijo de Pahat-moab, restauraron la otra medida, y la torre de los Hornos. 12 Junto a ellos restauró Salum hijo de Halohes, príncipe de la mitad de la región de Jerusalén, él con sus hijas.

Después de una travesía larga y llena de peripecias, llegamos frente al Estrecho de Magallanes; pero como no teníamos viento favorable, decidí bajar y doblar el Cabo de Hornos. Pasamos por el Cabo Deseado y el de la Desolación, con un frío muy intenso y tiempo claro; pero al llegar a la altura de la isla de Wollaston se nos echó encima una bruma densísima, que no se quitó en una porción de días.

Se denuncian calles, se denuncian viviendas, se denuncian amigos y vecinos... Y toda la actividad bilbaína, todo el tráfago gigantesco de la ría con sus hornos formidables que, durante el día, eclipsan al Sol y que enrojecen el cielo por las noches, no son más que un esfuerzo para convertir este hierro en oro y en billetes.

Una colonia á la boca de este rio seria mucho mas conveniente para los navíos que van al mar del sur, que en Buenos Aires, donde un navio suele estar quince dias ó un mes antes que pueda salir, por razon de los vientos contrarios, y la dificultad de pasar sobre los bajios sino con marea alta: necesitando ademas de esto una semana para llegar á la Bahia sin Fondo, mientras que un navío, que saliese de esta bahia, podria llegar en dicho tiempo, doblar el cabo de Hornos, y pasar el mar del sur.

Que tienen comercio con los otros, de quienes se proveen de lienzos, añil y chaquiras, y que tienen una especie de lana que se cria en árboles, la que traen de la otra banda de la Cordillera, hacia el Cabo de Hornos, conchavándola á los indios.