United States or Mayotte ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero veis aquí cuando a deshora entraron por el jardín cuatro salvajes, vestidos todos de verde yedra, que sobre sus hombros traían un gran caballo de madera. Pusiéronle de pies en el suelo, y uno de los salvajes dijo: -Suba sobre esta máquina el que tuviere ánimo para ello. -Aquí -dijo Sancho- yo no subo, porque ni tengo ánimo ni soy caballero.

No quería que el cadáver estuviese más tiempo en Matanzuela. A Jerez en seguida. Lo llevarían en un carro, en un borrico, a hombros, si era preciso, entre ella y sus hijos. Tenían su casa en la ciudad. ¿Acaso los Alcaparrones eran unos vagabundos? Su familia era numerosa, infinita; desde Córdoba hasta Cádiz, no había feria de ganados donde no se encontrase a uno de los suyos.

Olvida casi a Martín, que camina a su lado. ¿Por qué marcha él tan silencioso y tan tieso, por qué mete tanto la cabeza en los hombros? Desde lejos, Juan saluda todavía con la espada. El campo del tiro, donde se detiene el cortejo, se encuentra en la linde del bosque de pinos, que, visto desde la presa, rodea las praderas.

Y jadeante, con los ojos fijos y chispeantes, esperaban. El gitano se encogió de hombros, volvió la cabeza de su caballo del lado de la tartana, y la ganó a nado en medio de una granizada de balas, cantando una antigua canción mora del Hafiz: ¡Oh! permites, encantadora niña, que yo envuelva mi cuello con tus brazos, etc., etc. Los contrabandistas se quedaron anonadados.

Bastante tengo con mi tontería sin echar sobre mis hombros las de Francisca. Pues, señor, he aquí un feliz estudio del natural...

Veo que usted no tiene atadero... Con esas ideas, pronto volveríamos al estado salvaje. Con sonrisa sarcástica y un expresivo alzar de hombros, dio a entender Fortunata que por ella no había inconveniente en que la sociedad volviera al estado salvaje...

Y Yáñez, recordando que aquella noche comenzaba la temporada de ópera con Lohengrin, su ópera predilecta, veía los palcos cargados de hombros desnudos y nucas adorables, entre destellos de pedrería, reflejos de sedas y airoso ondear de rizadas plumas.

Toda una avalancha de cabellos se escapó y esparció en torrentes, en largas cascadas sobre los hombros de Bettina, que se encontraba ante una ventana por donde penetraban los rayos del sol... y aquella luz radiante que daba de lleno sobre su cabellera de oro, ponía en un cuadro delicioso la espléndida belleza de la joven.

¡Qué loquilla! dice alegremente. Vuelve a caer sobre la almohada, y se duerme con la sonrisa en los labios. A la mañana siguiente, Juan busca en el cuarto sus ropas de trabajo. Le aprietan un poco en los hombros. ¡Cristo! ¡cómo ha engrosado! Ya está alto el sol. Le parece que pone menos luz y calor en cualquier parte que no sea en aquella soledad florida.

Encogíanse algunos de hombros; otros se echaban a reír; contestábanle todos que no, y Villamelón seguía adelante con su enigmático empeño.