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Luego, poco a poco, te vas lanzando. Lo que más me preocupa es el primer baile; empezar; no cómo empezar, hijita; siento una cosa... así... vamos... que no cómo empezar. No te preocupes; ya se encargará alguno de allanarte el camino, de iniciar el modo de dar las primeras vueltas. ¿Sabes lo que estoy pensando? Me gustaría bailar el primer baile contigo; que fuera como una humorada tuya.

Los tres viajeros se miraron como interrogándose sobre el alcance de aquella observación y cuando se disponían a contestarla dijo don Casiano: Hijita, ya que estos señores no gustan mate, ¿por qué no les muestras el jardín?... y les juntas unas florcitas, para que lleven. Si ustedes lo desean... , ché, vayan les dijo Melchor, mientras mateamos nosotros con don Casiano.

Sonaban en aquel momento las doce en el viejo reloj de la sala, y tía Pepa, que andaba en las piezas interiores, se presentó en la habitación. ¿Acabaste ya? ¡Ya! Vea usted.... Mañana, hijita. Es preciso madrugar. ¿No dices que quieres ir a las misas de aguinaldo? ¡Yo también, yo también quiero ir! ¡Ni quien se acordara de eso!

Ordené a Juan que marchara, y el cura y yo seguimos detrás a pie, por un buen trecho, con el objeto de estar juntos un poco más. Os escribiré todos los días, señor cura. No te pido tanto, hijita mía: Escríbeme solamente una vez por mes; pero con toda intimidad. Os escribiré todo, completamente todo, hasta mis ideas sobre el amor. Veremos replicó el cura con sonrisa incrédula.

Pero aquella noche, Blanca al salir enmascarada para el club, había recomendado a Graciana, de la manera más severa, que velara al marido a quien se le podía antojar vestirse e irla a buscar y sobre todo al bebé, a quien don Ramón no podía atender a pesar del entrañable cariño que sentía por su hijita.

¡Cuán poco juiciosa eres, Reina! El juicio, según mi opinión, consiste en querer la felicidad. Decidme que me querrá, señor cura, decídmelo. No deseo otra cosa, hijita querida, respondíame el cura, quien a pesar de su horror al sufrimiento físico hubiera sido capaz de seguir el ejemplo de Mucio Scévola, si la realización de mis anhelos hubiese dependido de semejante sacrificio.

Su papá está lejos, lejos de la casa, trabajando para ella, para que la niña tenga casa linda y coma dulces finos los domingos, para comprarle a la niña vestiditos blancos y cintas azules, para guardar un poco de dinero, no vaya a ser que se muera el papá, y se quede sin nada en el mundo «la hijita». Lejos de la casa está el pobre papá, trabajando para «la hijita». La criada está allá adentro, preparando el baño.

, hijita, ese es el arquetipo del tilinguismo. No me habló más que de modas femeninas y de si tal muchacha es más elegante que tal otra. Cree que la moda vuelve otra vez a la época de la Pompadour. Está conforme «en principio» con la adopción de aquel traje, pero «previas» algunas reformas que me explicó con gran riqueza de detalles.

Los rumores se forman así, hablando y oyendo todo el mundo simultáneamente. Pero, hijita, no hay forma de saber nada. Ya sabes que yo no soy politiquera la mujer en su casita ; pero, claro, he tratado de explorar, de averiguar algo por medio de una amiga que es muy amiga de una parienta del doctor Crotto. Nada, hijita, no he podido saber nada, porque el doctor Crotto tampoco sabe nada.

Y no se hubiese sentido más feliz aunque sus tableros hubieran sido pintados por Rafael o esculpidos por Miguel Ángel. A él no se le ocurría que la realidad como siempre ¡ay! no se parecía al ensueño; no se empeñaba en hacer comparaciones y disfrutaba de su felicidad sin preocupación alguna. Yo he hecho el plano, hijita, y por cierto que he tenido una espléndida idea.