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33 En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se bañaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como de águila, y sus uñas como de aves.

Todos le contemplaban curiosamente y sin quitarle ojo, excepto Pedro, el cual, ajeno totalmente al espectáculo, se ocupaba en sacar el cartucho quemado de la escopeta y en arreglar sus llaves. Una llama brotó súbito de la hierba y rozó el hocico del animal, que sacudió la rama con violencia. Ya le come, ya le come, por do más pecado había dijo riendo el cura.

Heredó Tablas su mal; pero por aquel don de inmunidad que acompaña, según un viejo refrán, a la mala hierba, el animal venció a la epidemia asiática, o esta quizás asustose de él, dejándole libre, aunque muy bien recomendado a un cáncer que le tomó por su cuenta algunos años adelante.

Quizás haya en él flores más hermosas que las de los bosques. Perla se dirigió á la ventana abovedada en el fondo del vestíbulo, y tendió la mirada á lo largo de las calles del jardín, alfombrado de hierba recién cortada, y guarnecido con algunos arbustos, no muchos, como si el dueño hubiera desistido de su idea de perpetuar en este lado del Atlántico el gusto inglés en materia de jardines.

La deidad, que es una mozárabe de ojos azules, ó una mudéjar de ojos negros, triste y descolorida en ambos casos como planta sin sol, elegante por naturaleza y por casualidad, y á quien llamaremos Amparo, habita un caserón antiguo, que da nombre á una calle ó plazoletilla poco pasajera, donde la hierba campa por su respeto.

Al decir esto señalaba y seguía el soldado un rastro de sangre que teñía la hierba y las piedras del camino. Un ciervo herido, quizás.... No lo creo. Soy bastante buen cazador para descubrir su pista, si alguno hubiera pasado por aquí. Quienquiera que sea, no anda lejos. ¿Oís? Los tres se pusieron á escuchar.

Desengáñate, Pedro: á vosotros, cuando los tiempos vienen malos, os queda el recurso de luchar con el destino, mientras que nosotras... ¡Jesús!... ¿qué me ha picado aquí? La condesa interrumpió su discurso para sacar vivamente una mano que tenía metida en la hierba. En la blanca y torneada muñeca apareció una gota de sangre.

¿Qué será? ¿Qué no será? murmuró doña Manolita. Adivínalo, muchacha; lúcete; muestra que ves crecer la hierba. Confieso que soy tonta: nada adivino. Ya que no aspira usted a sabio ni a santo, ¿a qué aspira? Aspiro al poder. El poder es el complemento del dinero.

Procuré dominarme, me decidí, aun a trueque de que Gabriela me creyera descortés, a huir de ella, y me mostré durante varios días desabrido y huraño. Me pasaba yo en el escritorio las horas de descanso, fingiendo ocupaciones extraordinarias, o me iba yo, como escapado, a vagar por la llanura o a tenderme en la hierba, bajo los árboles del río.

¡Ah! maese Marner dijo Dolly , no tenéis necesidad de comprarle más que un par de zapatos; tengo las enaguas que Aarón llevaba hace cinco años, y no valdría la pena emplear el dinero en comprar ropas de criatura, porque la niña que Dios la bendiga va a crecer como la hierba en el mes de mayo, podéis estar cierto.