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En suma, Híala, cuando no duerme en el mismo desvanecimiento en que se encuentra sumergida, oye, entiende y conoce. Todas las demás facultades de su mente están en suspenso, pero el lograr que vuelvan al manso curso que animaba regaladamente esa infantil, y casi divina existencia, es lo difícil, es lo casi imposible; pero en manos está el adufe, Mohamad hermano, que bien lo sabrá repicar.

María se ruborizó á estas palabras de su hermano, pero no apartó los ojos de Tragomer y dibujó en sus labios una sonrisa. Volvió en seguida á Jacobo á quién no se cansaba de ver, de tocar y de besar. Marenval, apoyado en la pared de la cámara presenciaba esta escena conmovedora sin tratar de contener su enternecimiento.

Tengo que estar tendido boca arriba sin movimiento, y el Sr. Rodríguez Araña, secretario del Ayuntamiento, me hace el favor de escribir lo que dicto, puesto el pensamiento en ti y en tu hermano, a quienes supongo ya en pacífica posesión del marquesado. »Por tu última carta veo que esperabas aviso de la señora marquesa de Aransis.

Era un bravo soldado el de Irañeta y podía ocupar lugar excelso en esos extraños fastos eclesiástico-militares, donde están escritas con horribles letras negras las hazañas de Merino, Antón Coll y el Trapense. Navarro fue trasladado al hospital, donde su hermano pudo verle con frecuencia.

Inspeccionando sus obras y charlando, noté que su cabeza no estaba muy firme: la había desarreglado un asunto de familia. Su hermano pereciera en aquella playa que contemplábamos los dos, en una aventura cruel. El mar se le presentaba siniestro, le parecía que alimentaba cierta inquina contra él.

Esto le llevó naturalmente a hablar de la herencia. Ya había cogido su parte, y con un pico que recibió en metálico había redimido las prendas empeñadas. Ya era propietario de inmuebles, y más valía esto que el dinero contante. Y a propósito de la herencia, también le contó que entre su hermano mayor y doña Lupe habían surgido ruidosas desavenencias.

Cuando estaba en su presencia, le era imposible resistirse al poder de seducción que parecía emanar de su persona. Ella le trataba con la confianza del parentesco, como si fuese un hermano de su marido. Quería ser su iniciadora y maestra en la vida de París, dándole consejos para que no abusasen de su credulidad de recién llegado.

La de D. Fernando 1.º conocido en Aragon con el sobrenombre de Honesto, y en Castilla con el de infante de Antequera, y que fué elegido por S. Vicente Ferrer, su hermano, y otros compromisarios de los Reinos en Caspe, se hizo si cabe con mayor solemnidad, y la ALJAFERIA no brilló menos que en las anteriores. El Rey vino á Zaragoza en 15 de Enero de 1414.

En el acto segundo aparece Doña Inés, vestida de hombre, en el camino de Toledo, á donde ella cree que ha huído su hermano, por residir en esa ciudad un pariente de ambos. Ve acercarse dos caminantes, y conoce que son su hermano y su criado. Don Luis, en efecto, había estado en Toledo; pero habiendo muerto su tío, había tomado la resolución de escapar á sus perseguidores disfrazándose en traje más humilde, y entrando al servicio del padre de la doncella, á quien había arrancado de manos del raptor. Inés lo sorprende hablando con su criado, mientras declara su pasión por la bella Angélica, por cuya causa, ya para estar á su lado sin estorbos, ya avergonzada de su disfraz, determina no darse á conocer de él, sino, al contrario, en cuanto le sea posible, permanecer como desconocida cerca de su domicilio. Se encamina, por tanto, á la aldea de la Sagra, y entra como paje en la servidumbre de Don Pedro, atraído también al mismo paraje por su amor á la bella Angélica.

Su hermano había muerto poco antes; pero quedaban sus innumerables sobrinos, jóvenes que habían abandonado los placeres y comodidades de la alta sociedad para ofrecer sus vidas. Unos, pertenecientes á la marina, se embarcaban en buques pequeños, torpederos y submarinos, buscando los mayores peligros; otros ingresaban como oficiales en el ejército de tierra.