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Herminia no echó de ver con qué pérfida habilidad habían sido escogidos los términos de esta carta para herir á Mauricio, á quien se trataba como un niño por la que tan duramente acababa de hacerle sentir su autoridad. La joven no vió más que la llamada á su marido y esto bastó. Cogió una pluma y al pie de la carta escribió. "Ven, mi querido Mauricio, te espero con mucha impaciencia.

Cuidado, pues, mucho cuidado con herir el amor propio del marido. Paseando a esa hora por la estancia, ha confundido alguna vez el carancho con la lechuza; porque mi marido nunca tuvo buena vista, excepto cuando me eligió a .

-Pues no tengas pena, amigo -respondió don Quijote-, que yo te sacaré de las manos de los caldeos, cuanto más de las de la Hermandad. Pero dime, por tu vida: ¿has visto más valeroso caballero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el derribar?

No sucedió así con el de Santiago, porque los que habian emprendido su ataque, lo egecutaron repetidamente con el mayor teson, en los que lograron herir gravemente al oficial y á muchos soldados, de los que le defendian.

; pero te lo dije como una suposición nada más replicó la astuta mujer con cierto despego, como si deseara mudar de conversación . te precipitaste al llevarle ese cuento. Se habrá volado. Hay que tener tacto, amiga mía, y no herir el amor propio de los hombres. Ya debías suponer que le sabría mal.

22 Maldito el que se echare con su hermana, hija de su padre, o hija de su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén. 23 Maldito el que se echare con su suegra. Y dirá todo el pueblo: Amén. 24 Maldito el que hiriere a su prójimo ocultamente. Y dirá todo el pueblo: Amén. 25 Maldito el que recibiere don para herir de muerte al inocente. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Fuera de los mercados, los desvanes y las alcantarillas existe también la verdad. El mismo apóstol del naturalismo, Emilio Zola, lo reconoce pintando escenas de acabada y sublime poesía, que riñen ciertamente con sus exageradas teorías estéticas. No he querido en la presente obra herir al misticismo verdadero ni ridiculizar la vida contemplativa.

Cornelio y Hans, parapetados tras de unos pedruscos, hacían fuego sin cesar, procurando herir a los jefes y a los sacerdotes, mientras su tío y el piloto se alejaban corriendo para llegar pronto a las peñas, de las cuales distaban ya muy poco. Tenían esperanza de llegar pronto a la orilla del mar si los dos valientes jóvenes conseguían retardar el asalto algunos minutos.

Sus brutalidades con las señoras vienen de que no tiene conciencia de las delicadas atenciones que la debilidad merece; las humillaciones afrentosas impuestas a los ciudadanos provienen de que es campesino grosero, y gusta por ello de maltratar y herir en el amor propio y el decoro a aquéllos que sabe que lo desprecian.

Por esta razon han de considerar los que escriben sátiras, que para ser buenas han de hacer impresion en el entendimiento, y no han de herir al corazon, porque como el satirizado tiene tambien amor propio, se moverá á abatir en el modo que pueda al Autor de la sátira, y estas luchas pocas veces se hermanan bien con la humanidad.