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Alguna vez me había dicho, con sonrisa forzada: ¡Hombre, qué íntimos se han hecho usted y el duque en pocos días! Yo alzaba los hombros con indiferencia y me reía de aquella amistad, que suponía debida exclusivamente al carácter infantil del duque. Trataba en lo posible de no herir la susceptibilidad del comandante, pues bien se me representaba que el pobre tenía una espina clavada en el corazón.

Cuando empieza a recobrar el conocimiento y llega el momento crítico de las lágrimas, su hermana Micaela no puede contenerse; increpa violentamente a su papá. ¡Esto ha sido una verdadera barbarie! ¿Se ha figurado usted que su hija tiene el corazón de bronce?... ¡Bien poca delicadeza se necesita para herir de este modo a una pobre criatura!...

Encontrábase entonces la camarera mayor en el dormitorio de la reina, buscando con una bujía que había tomado del oratorio, por todas partes; su vista estaba maquinalmente fija en el voluminoso lecho, y una idea siniestra, una tradición obscura, que reposaba como otras tantas en el seno del alcázar, vino á herir su imaginación.

Hoy lo consiguen; esta es la verdad. Y penetrando más en el asunto de la Bolsa, con la cabeza destocada y pidiendo perdon á las personas á quienes pueda lastimar, sin que en ello pueda tener parte mi deseo, porque mi deseo más deliberado es no herir á nadie, digo que no estoy tampoco conforme con ese cambio, con ese negocio, con ese juego que se llama Bolsa, tal como hoy se encuentra establecido y organizado.

Contra Tomás no se atrevió a revolverse por no herir los sentimientos de Rosa, aunque buenas ganas se le pasaron de hacerlo.

Por cierto que al hacer el examen minucioso de estos órganos Moreno tuvo una frase feliz que causó profunda impresión en el antiguo comerciante. Este polvo, residuo de la digestión de la planta, es precisamente lo que, al herir la mucosa de la nariz, nos causa esa sensación agradable que llamamos aroma.

Me era imposible saber con precisión qué giro daría á su malevolencia, pero la conocía lo bastante para estar seguro que no se engañaría en la elección de los medios. Conocía mejor que nadie los puntos débiles de las imaginaciones que trataba de herir.

Por muchas vueltas que le diese, sólo podía venir de dos maneras: o como esposa, o como criada. Proporcionarle dinero para que viviese aparte, era factible; pero ¿no sería herir su susceptibilidad que, como usted ha visto, es grande? Entonces se me ocurrió casarme con ella. Le hablé con toda franqueza. «Hija mía, soy un trasto viejo, tendrás que aguantarme un poco de tiempo.

Tomaron éstos el cadáver del santo mártir y se enfurecieron contra él con grande inhumanidad, hiriéndole con sus lanzas, y sólo desearon ensangrentarse más cuando ya no había qué maltratar y herir.

No, era más noble sacar de una vaina un puñal y herir, que herir con aquellas letras de veneno escondidas bajo un sobre perfumado».