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A la paciente debió de hacerle un gran bien, a juzgar por la expresión feliz con que me escuchaba, tanto que estuve ya por no recetar y darla por curada; pero en cuanto terminé comenzaron las preguntas: Diga usted, señor, ¿y esta bola fría cree usted que algún día la arrojaré? Esa bola no es más que una sensación: no tiene realidad; es un fenómeno nervioso.

El casamiento de don Paco con Juanita le parecía aún mayor monstruosidad. Acaso en un principio Juanita gustaría de don Paco, pero pronto sentiría la desproporción de edad, porque la de don Paco era triple que la de ella, de suerte que don Andrés preveía y deploraba proféticamente que Juanita acabaría por poner en ridículo al ilustre secretario del Ayuntamiento y por hacerle muy desgraciado.

Se enfurecía cuando le veía acercarse a la mesa, le daba toda clase de desaires, le demostraba de mil maneras que estaba ejecutando una acción infame. Nada, Timoteo no cejaba. «Buenas noches, D.ª Carolina. Buenas noches, D. Pantaleón. Buenas noches, PresentacioncitaLa irritada señora llegó a pretender que Mario le hablase para hacerle desistir de su locura, y si fuera necesario le amenazase.

Su vida consiste en hacerle á cada curioso la misma explicacion, presentarle un viejo registro para que firme y recibir la propina. Todo en el interior es triste, romántico y curioso.

A Guzmán le gustaba mucho ver a la marquesa tan afanada en aquel esmero de policía doméstica. ¿Te parece bastante? solía preguntarle ella. Todavía no respondíala él. Y en eso estaban. Un día, después de hacerle ella la misma pregunta, se quedó Guzmán pensando mucho la respuesta. Voy sospechando le dijo la marquesa que nunca te ha de parecer esta casa bastante purificada. ¿Por qué?

Se llamaba Luna, y podía aspirar a todo sin miedo, pues hasta papas había en la familia. Los canónigos llevábanse al pequeño a la sacristía, antes del coro, para hacerle preguntas sobre sus estudios.

Guillermina tuvo más suerte o puso en ejecución mejores medios, porque logró hacerle beber algo de aquel eficaz medicamento. Hubo gran barullo, aplicación precipitada de remedios diferentes, externos e internos.

La palmada del senador y su sonrisa le trastornaron, hasta el punto de hacerle tartamudear. Pensó que era necesario tener largo trato con las personas para conocerlas. Aquel señor había sido para él un burgués despreciable y ridículo, un pedantón huero... He aquí los inconvenientes de juzgar de lejos a las personas.

Las extravagancias y el carácter de aquél llegaron a hacerle tanta gracia, que no había para él mayor placer que tirarle de la lengua y escuchar.

Está bien... ¿Entonces por qué conspiran ustedes contra y me hacen la guerra? ¿Conspirar contra usted...? ¿Hacerle la guerra? . ¿Por qué me hieren en la sombra y trabajan cautelosamente a fin de desbaratar mi próximo matrimonio? ¿Qué está usted diciendo? Comprendo igualmente que mi persona les inspire una secreta antipatía... que les hastíe, que les cargue.