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Pero las personas acostumbradas á contemplar aquel signo de ignominia, podían hacerla sufrir también intensa agonía.

Doña Luz era harto vehemente para hablar con serenidad y con frialdad de otro cualquiera asunto, y a solas, con el hombre a quien casi acababa de decir: te amo; y era tan casta y tan pura, que helaba todo deseo y mataba toda esperanza de obtener de ella la más inocente anticipada caricia o de adelantarse a hacerla sin exponerse a su enojo.

Maltrana, cogiéndola del talle, la hablaba al oído, cosquilleándole una oreja con su aliento. Así o de otra manera, bien estaba. ¿Iban a pasar la tarde sudando y haciendo fuerza como gallegos? La pobre cama tenía derecho a quejarse con tantos arrastres y vueltas. Había que dejarla quieta... hacerla los honores de la nueva instalación...

Pues bien, la causa de esta poca prisa... darémosle este nombre, que es el que más le cuadra... ha sido cierto escrúpulo que me ha asaltado, cierto temor de que nuestro matrimonio hiciera a usted desgraciada en vez de hacerla feliz, como es mi deseo. ¡Desgraciada! exclamó Sola, recibiendo aquella idea como una ofensa. ¡Oh! no apresurarse... falta mucho que decir.

Al poco tiempo, no satisfecho de la vida del mar ó deseoso de mayor medro, se quedó en Londres, entrando como empleado en una casa vizcaína. Su madre murió de repente. La encontraron tendida de bruces, sobre un surco de aquella tierra gredosa que cultivaba desde la niñez, y que su marido no podía hacerla abandonar.

He querido sólo decir, señores jurados, que la señora Karaulova no renunciará a sus convicciones aunque se le amenace con hacerla quemar en una hoguera y con todos los horrores de la Inquisición, lo que, por fortuna, es imposible en nuestra época. En la persona de la señora Karaulova vemos, señores jurados, algo así como el reverso de la mártir cristiana.

Estraño parecerá sin duda á los ojos de algunos que despues de tantas persecuciones porfiasen aun los judíos no solamente en su lei, sino en comunicarla á otros, con el propósito de hacerla vulgar en España.

Saturado de este sentimiento de vanidad, aconsejaba a María Teresa arreglos en su toilette que consideraba propios para hacerla valer, y escogía para acompañarla, las reuniones y los sitios donde más atraían la atención. En fin, en todos sus actos aparecía el deseo de formar con ella el grupo que la gente contempla y admira.

, le quedaba una especie de refugio que se presenta siempre cuando el pensamiento sucumbe bajo una pasión que lo abisma: era esa espera de las imposibilidades, esa creencia en las imágenes contradictorias que es, sin embargo, distinta de la locura, porque la realidad del hecho exterior puede hacerla desaparecer.

Con este ejemplo se comprende el sentido de la expresion no puede, aplicada á Dios: lo que se niega, no es una perfeccion, sino un absurdo: por cuya razon observa muy oportunamente Santo Tomás, que mas bien se debiera decir que la cosa no puede ser hecha, que no que Dios no puede hacerla.