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Después de los cumplimientos de usanza, la señora de Aymaret, ruborizada por nada se ruborizaba esta mujer adorable , habló al pintor de su pretensión, que el artista acogió con la mejor voluntad.

19 Y habló también Abner a los de Benjamín; y fue también Abner a Hebrón a decir a David todo el parecer de los de Israel y de toda la casa de Benjamín. 20 Vino, pues, Abner a David en Hebrón, y con él veinte hombres; y David hizo banquete a Abner y a los que con él habían venido.

Durante el nuevo silencio Robledo se habló mentalmente. «¡Y pensar que por este andrajo se mataron los hombres, lloraron tantas mujeres y sufrí yo angustias inmensas!...» Como si Elena adivinase sus pensamientos, dijo con humildad: Usted no sabe qué terribles han sido mis últimos años... Vino la guerra y se empeñaron en perseguirme, no permitiendo que viviese en París.

Habló con acento firme, poniendo un intento de fascinación en la fijeza apasionada de sus ojos, aproximando su boca a ella, como para acariciarla con el susurro de sus palabras... ¿Y él? ¿qué pensaba Margalida de él?... ¿Y si se presentase un día a Pep diciendo que quería casarse con su hija?... ¡Usted! exclamó la muchacha . ¡Usted, don Jaime!

Protestaba de sus imposiciones, y le habló de usted, para dar mayor dureza a su protesta. Quiero ver todo Tijuca; quiero ir adonde vivieron Pablo y Virginia. Acuérdese de su promesa: un hombre debe tener palabra.

Y les dije a los míos: «Miren, niños, y aprendan; de aquí salieron los abuelos de ustedes». Me conmoví un poco al ver la pobreza de donde venimos. Se generalizó la conversación, y al fin fue Ojeda el único que habló, recordando con entusiásticas palabras las hazañas de los argonautas oceánicos.

Mi compañera estaba empeñada en que no habia de ir, y yo empeñado en que no se habia de quedar, y ¡gracias al cielo! esta vez no se cumplió el refran que dice: pídele á Dios que sea bajo! Hago aquí mencion de este triunfo de un marido, porque un hecho tan raro bien merece la pena de que se mencione. Es que yo no hablo una palabra en francés, ¿qué papel haré en la tertulia?

Un día vi cómo por broma peinaba á uno de nuestros capataces y le arreglaba los bigotes en punta, á estilo del kaiser Guillermo. Mandé que le diesen de beber todo lo que quisiera. Es el medio más seguro de que esos hombres hablen, y él habló.

Adriana es muy farsante, y yo le hablo así a Muñoz por la primera vez, para despertarlo, porque sufre de una alucinación. ¡Ah, si él supiera cómo se desvanecen después todas las apariencias con que la mujer sabe cubrirse, para interesar a los hombres, para desconcertarlos, y para hacer que poco a poco se engañen completamente!

»Al fin, se rompieron los diques, y habló; pero como estaba muy débil y no se hallaban todavía en completo reposo sus ideas, el trabajo de responderme, en asunto tan complejo, era para la pobre demasiado penoso. Para aliviársele y cansarla menos, la fui yo concretando cada punto y dándole en cada pregunta que la hacía la fórmula de la respuesta.