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Le expliqué la naturaleza de esta gratificación. Me la hizo repetir. ¿Y es esta la costumbre? agregó. , señora, toda vez que se consiente en un nuevo contrato. Pero ha habido en treinta años, según creo, más de diez contratos renovados... ¿Cómo es que no hemos oído hablar jamás de semejante cosa? No sabré decírselo, señora.

Pues en no confesar que creyó usted encontrarse con una pampita... legítima... inculta; y al oírme hablar no ha podido menos que pensar que, necesariamente, debo haber sido educada en Buenos Aires... ¡Aquí también hay, señor, quienes enseñan a leer... y hay libros... no crea!... ¿Usted lee mucho? le preguntó Ricardo, visiblemente confundido.

Después de servir a D. Carlos en una posición militar administrativa, Rubín había sido expulsado del Cuartel Real. Sus íntimos amigos le oyeron hablar de calumnias y de celadas traidoras; pero nada se sabía concretamente.

El bufón se sentó en un taburete de pino, y dijo á Quevedo: Ahora podemos hablar de todo cuanto queramos: mi aposento es sordo y mudo. Sentáos en ese viejo sillón, que era el que servía al padre Chaves para confesar al rey don Felipe II. Siéntome aunque me exponga á que se me peguen las picardías del buen fraile dominico dijo Quevedo sentándose.

Hermanos españoles: un bardo de mi raza ha cantado las glorias de vuestro hablar divino, que es el sublime nexo que a todos nos enlaza y hace un súbdito hispano de todo filipino. Por eso, aunque designios fatales del destino rompieron la cadena de amor que nos unía. caballeros andantes por el mismo camino marcharán juntas siempre vuestra patria y la mía.

Margarita bajó la cabeza, murmurando con desesperación: eres un hombre, yo soy una mujer. No me entenderás por más que hable. Los hombres no pueden alcanzar ciertos misterios nuestros... Una mujer me comprendería mejor. Desnoyers quiso conocer su infortunio con toda su crueldad. Podía hablar ella sin miedo.

«Su señoría gasta ahora pocas palabras dijo Encarnación . Le hemos de poner dentro de un cántaro en un cuarto obscuro, como a las maricas, para enseñarle a hablar... ¿Quieres ver que pronto se despabila el pájaro? Pues enséñale el cañamón. Verás...».

Dirémos, sin embargo, que este medicamento no es el único á propósito para disipar los síntomas irritativos y congestivos del cerebro y para curar la apoplejía, pues casi siempre toman parte en el tratamiento el acónito, la belladona, el opio, el zumaque y la nuez vómica, reservándonos hablar de la utilidad que pulsatila, carbon vegetal, opio, azufre é ipecacuana pueden prestar en los éstasis sanguíneos pasivos, en el estado varicoso de la base del cráneo y en otros casos particulares.

Disponen de la voluntad que manda á la imaginación, y la imaginación es un pintor loco que anima con los colores de su paleta el lienzo gris de la realidad. Elena, al hablar así, había aproximado su rostro al de él. Sus ojos parecían querer penetrar en los ojos de Robledo.

De lo que hicieron y dijeron y las galas que traían, no te quiero hablar aquí, porque no puedo: es materia demasiado larga; y además, para que la pintura resulte fiel, hay que remedar voces y movimientos, gesticulaciones y otras cosas muy importantes.