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Los cumplimientos del Magistral fueron escaseando, sin saberse por qué, cuando se jubiló don Víctor, y por fin cesaron las visitas. Don Víctor y don Fermín se hablaban algunas veces en la calle, en el Espolón; se saludaban siempre con la mayor amabilidad. Se estimaban mutuamente.

También yo esa historia dijo Pep . Me la contaron de chico muchas veces y se la he contado yo a los míos... No digo que no sucediese así; pero sería en otros tiempos... otros tiempos muy lejanos: cuando hablaban los animales. Para Pep, la más remota antigüedad y el estado dichoso de los hombres era siempre en el tiempo feliz «cuando hablaban los animales».

16 Llamé a mi siervo, y no respondió; de mi propia boca le suplicaba. 18 Aun los muchachos me menospreciaron; levantándome, hablaban contra . 19 Todos mis íntimos amigos me aborrecieron; y los que yo amaba, se tornaron contra . 20 Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos; y he escapado con la piel de mis dientes.

No hablaban a solas como delante de los señores de clase; no eran prudentes, no eran comedidas, no rebuscaban las frases. Doña Anuncia decía palabras que la hubieran escandalizado en labios ajenos. La conversación tardó en volver al pecado de Ana, a la vergüenza de que les hablaba la carta de doña Camila.

Durante cinco años habían trabajado con él en la oficina; todos los días le daban la mano al llegar y al marcharse; todos los días le hablaban; todos los meses, después de cobrar, comían con él, como aquel día, en un restorán, y, no obstante, se les antojaba que aquel día lo veían por primera vez. Lo vieron y se llenaron de extrañeza.

Sin otras lecturas que las de su carrera, hablaban con asombro de los numerosos libros que llenaban el camarote de Ferragut, muchos de ellos sobre materias que les parecían misteriosas. Algunos hasta hacían afirmaciones inexactas para completar el prestigio de su camarada: Sabe mucho... Además de marino, es abogado. La consideración de su fortuna contribuía igualmente al aprecio general.

Lo mismo que si diese una lección geográfica, explicó á Tòni su viaje de regreso. Este corre-mares se encogía tímidamente cuando le hablaban de itinerarios de ferrocarril y cambios de tren. Aquí está Brest... Sigues por esta línea á Burdeos; de Burdeos á la frontera; y una vez allí, tuerces á Barcelona ó te vas á Madrid, y de Madrid á Valencia.

De esta suerte hablaban los hebreos del bárbaro tribunal de la Inquisicion. I no solo en los tiempos de Laguna sino en anteriores, como se ve en la carta que un judío oculto en España, con las apariencias de cristiano, escribia á Antonio Henriquez Gomez, ingenio judío tambien, i fugitivo unas veces en Amsterdan, i otras en Francia. La carta dice así: =Carta de Danteo á Albano.=

Los toreros le hablaban como a un padre; él los tuteaba a todos, y bastaba un telegrama llegado de cualquier punto extremo de la Península, para que al momento el buen doctor tomase el tren y fuese a curar la cornada recibida por uno de sus «chicos», sin más esperanza de recompensa que lo que buenamente quisieran darle.

Había pasado algunos minutos en aquella meditación cuando un rumor de voces vino a herir los oídos de Catalina, la cual, volviéndose, vio a Hullin y a los tres contrabandistas, que hablaban gravemente entre , al otro lado de la meseta. Los interlocutores no se habían dado cuenta de su presencia y parecían enfrascados en una discusión importante.