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Después hizo un pomposo ademán, algunas cortesías, y se marchó. Adiós Ariadna, Antígone, Sofonisba, Penélope dijo cuando la vió fuera el poeta, que gustaba mucho de aplicarle aquellos nombres heroicos. Poco después de esta despedida se sintieron ronquidos muy broncos y prolongados. Era Ariadna, Antígone, Sofonisba, Penélope, que dormía en el interior. ¡Cuán felices son las semidiosas!

Y si me gustaba ya como novio, ¿era porque él se lo merece o porque en el pueblo no había yo visto a otros hombres que se lo mereciesen más? ¿No podrá acontecer que ahora poetice yo a Paco en mi recuerdo, y que le halle, cuando le vea, muy por bajo del recuerdo mismo? En su propia alma, ¿no puede darse un fenómeno semejante?

¿Pero le querías? preguntó la de Rubín, que con la idea del querer resolvía todos los problemas. Yo... te diré... me pasaba una cosa particular. Temblaba siempre que nos encontrábamos... le tenía miedo, y... de ti para , me gustaba. Pero, lo que yo digo, ¿por qué no se casó conmigo? Claro. Yo le hubiera querido mucho, y no le habría faltado por nada de este mundo.

Las paredes y los techos están llenos de pinturas de su historia y religión; y les gustaba el color tanto, que hasta la estera con que cubrían el piso era de hebras decolores diferentes. Los hebreos vivieron como esclavos en el Egipto mucho tiempo, y eran los que mejor sabían hacer ladrillos.

Hácia un estremo de la sala, sentado y delante de una mesita donde se veían algunos papeles estaba el secretario. Su Excelencia era muy trabajador y no le gustaba perder tiempo así es que despachaba con él mientras servía de alcalde en el tresillo y en los momentos en que se daban las cartas. En el entretanto el pobre secretario bostezaba y se desesperaba.

Ella comprendía ahora toda la grandeza de aquella Religión dulce y poética que comenzaba en una cuna y acababa en una cruz. ¡Bendito Dios! ¡las dulzuras que le pasaban por el alma, las mieles que gustaba su corazón, o algo que tenía un poco más abajo, más hacia el medio de su cuerpo!... ¡Y aquel Ripamilán allá arriba, aquel viejecillo que contaba lo del parto como si acabara de asistir a él!

Un hombre literato, un compañero de infancia y de juventud de Quiroga que me ha suministrado muchos de los hechos que dejo referidos, me incluye en su manuscrito, hablando de los primeros años de Quiroga, estos datos curiosos: «que no era ladrón antes de figurar como hombre público; que nunca robó, aun en sus mayores necesidades; que no sólo gustaba de pelear, sino que pagaba por hacerlo y por insultar al más pintado; que tenía mucha aversión a los hombres decentes; que no solía tomar licor nunca; que de joven era muy reservado, y no sólo quería infundir miedo, sino aterrar, para lo que hacía entender a hombres de su confianza que tenía agoreros o era adivino; que con los que tenía relación los trataba como esclavos; que jamás se ha confesado, rezado ni oído misa; que cuando estuvo de general lo vió una vez en misa; que él mismo le decía que no creía en nada». El candor con que estas palabras están escritas revela su verdad.

Don José quería tanto a su ahijada y gustaba tanto de verse próximo a ella, que aceptó gozoso. Las primeras explicaciones tuvieron poco éxito. Isidora no podía comprender aquel endiablado mete y saca de hilo superior, que por tantos agujerillos tiene que pasar hasta que lo coge en su horadado pico la aguja, y empieza, debajo de la placa, la rápida esgrima con el hilo interior.

A una dama le gustaba el aspecto marcial y varonil del conquistador; se deleitaba escuchando las memorables jornadas de Garravillas y Jarandilla, cuando iba persiguiendo a los sublevados. A otra le placa oirle disertar en estilo correcto con su hermosa voz de gola, acerca de los problemas políticos y militares.

Me dejé caer sobre una silla, la mano derecha sobre la cabeza y fijos los ojos en la iglesia, oía involuntariamente el toque melancólico de la campana, de cuyas vibraciones tanto gustaba, y que, llorando entonces, llevaba mi llanto entre sus sonidos a todas las colinas, penetrando en las cabañas de mis buenos amigos los campesinos.