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La casa en que le hemos visto fue su cuna. Había estado de joven en América, y al regresar a España sin fortuna, había entrado a servir en la Guardia civil. Retirado a su pueblo natal, donde se dedicaba a la labranza y a la ganadería, heredó regular hacienda, y en la época de nuestra historia acababa de heredar otra muy grande.

En ese caso se dará orden para que le abran el postigo de los Infantes á cualquier hora que llegue. La señal. El capitán Juan Montiño. ¡El capitán! Tengo para él una provisión de capitán de la guardia española. ¡Ah! ¡pues me pesa! ¡se necesita para que os caséis con él, de la licencia del rey! No paséis pena por eso. El rey os ama. El rey está ya bien curado.

respondió la otra, que era muy encendida de color, aunque de buen ver y tenía ligero acento inglés . Se está muy bien... sobre todo, puede una ponerse a tiempo en guardia contra los indiscretos... Continúe... ¡me interesa tanto lo que me está contando!

De esta manera quedó el campo libre y por don Pompeyo, el cual no pensaba más que en asegurar el triunfo de sus ideas, para lo que era necesario estar de guardia todo el tiempo posible al lado del enfermo, y así evitar que la hija de don Santos introdujese allí subrepticiamente «el elemento clerical».

Los turcos aquel día estaban determinados de hacer algún efecto, por el trato y concierto que tuvieron dentro del fuerte, y esperaban la señal que les habían prometido de quemar la pólvora del castillo; y no saliendo esto en efecto, determinaron de ir á ganar el agua y acometer de todas partes á los nuestros, porque estaban puestos á punto para hacello, y así, por estar más cercana aquella guardia de Poniente que las otras, enviaron hasta 300 ó 400 turcos á la vuelta de la dicha mezquita, los cuales rompieron el cuerpo de la guardia que allí estaba de los 12 soldados, y ellos escaramuzando se retiraron á la vuelta del fuerte, no aguardando la orden de su Capitán porque la carga fué muy grande y no pudieron volver como los habían mandado.

Dos días después de haber escuchado de labios del General Monteagudo estas palabras, los rebeldes, rechazados en Sagua de Tánamo por el valeroso Teniente de la Guardia Rural "Vivín" Rodríguez, tropezaban con las tropas del teniente coronel Consuegra, que habían sido despachadas por el Comandante en Jefe, obedeciendo al plan de referencia, y á partir de ese momento puede decirse que no transcurrió un solo día sin que las partidas, que como lo había previsto el General intentaban volver á Ramón de las Yaguas, no sufrieran algún descalabro más ó menos serio.

Y como el Magistral arrugase el ceño, Peláez mudó de conversación y habló con falso aturdimiento de las últimas elecciones y hasta aludió a las hazañas de cierto cura de la montaña que conocía él, que había metido el resuello en el cuerpo a una pareja de la guardia civil. Contracayes sonrió como un oso que supiera hacerlo.

Por fin llegaron los arqueros á un lugar de la sierra desde el cual se divisaban en el lejano horizonte las torres de Pamplona, y allí se detuvo la Guardia Blanca, en cumplimiento de las órdenes del príncipe. Los altos montes estaban cubiertos de nieve y los arqueros se acomodaron lo mejor que pudieron en una aldea vecina.

Aprovecho esta ocasión para ofrecerme todo entero á vos; después que con vuestra esposa hayáis sido presentado á la corte, el capitán general de la guardia española y yo os presentaremos á vuestra brava compañía de arcabuceros. Gracias, señor conde. Pero me parece que vuestra esposa se acerca.

Al lado del joven daba salida el albañil a su lenta verbosidad, con voz bronca y monótona. No podía hablar con los compañeros de trabajo; estaba en desacuerdo con ellos; le insultaban por reaccionario, por borrego, echándole en cara sus tiempos de guardia civil.