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La propia Nancy, a pesar de toda la sensibilidad delicada de su corazón, compartía la opinión de su marido de que el deseo de Marner de guardar a Eppie no era justificado, después que el verdadero padre de ésta se había hecho reconocer.

Cuando, debilitado por la pérdida de sangre, pudo ser conducido á las trincheras, el sargento quiso ver el cuerpo de su enemigo. Sus dudas continuaron ante la faz empalidecida por la muerte. Los ojos, abiertos, parecían guardar aún la impresión de la sorpresa.

Fernando murmuró algunas excusas... Era un asunto que merecía ser pensado. Tal vez se decidiese al día siguiente. Pero ella, adivinando la falsedad de sus palabras, no quiso oírle. «¡AdiósLe empujó para ganar la puerta, cerrándola tras ella ruidosamente, como si ya no le importase guardar recato alguno. «¡Adiós!», contestó Ojeda al quedar solo.

Otra coftumbre ai, i es, que quando algun Hijo, ò Hermano muere, en la cafa donde muriere, tres mefes no bufcan de comer, antes fe dexan morir de hambre, i los Parientes, i los Vecinos les proveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aqui eftuvimos muriò tanta Gente de ellos, en las mas Cafas havia mui gran hambre, por guardar tambien fu coftumbre, i cerimonia; i los que lo bufcaban, por mucho que trabajaban, por fer el tiempo tan recio, no podian hacer fino mui poco; i por efta caufa los Indios que

No, yo quiero la ciencia para el que se la merezca, para el que la sepa guardar, contestó; cuando los estudiantes den pruebas de amarla; cuando se vean jóvenes convencidos, jóvenes que sepan defender su dignidad y hacerla respetar, habrá ciencia, ¡habrá entonces profesores considerados! ¡Si hay profesores que abusan es porque hay alumnos que condescienden!

Además, señor Ministro, y ésta es la pura verdad: yo no tengo en Madrid más fondos que los estrictamente indispensables para cubrir mis atenciones de familia, ni puedo distraer de mi casa de comercio grandes sumas. Pues si usted tuviera que hacer eso dijo entonces el Ministro, encareciendo mucho sus palabras , ¿qué importancia tendría la consideración que quiere guardar a usted el Ministerio?

¡Qué tiempos aquéllos, ¿eh, Manuela? cuando vivía el padre de éste señalando a Juan y yo era sólo primer dependiente! Entonces, aunque me esté mal el decirlo, todos los años, al hacer el inventario, quedaban dos o tres mil duritos para guardar. ¡Oh! Aunque me esté mal el decirlo... usted pilló los buenos tiempos.... ¿No es eso, Manuela? Pero Manuela se limitaba a callar y a sonreír.

Yo no miraba más que a la hermana San Sulpicio, no sólo por la afición que la tenía, sino porque en realidad era la que mejor bailaba. Su prima, o por temor o vergüenza, o porque no la hubiese dotado la naturaleza con gran cantidad de sal, limitábase a señalar los movimientos y a guardar el compás.

Se había fundado su miedo en que reconoció que la luz salía de la casita del viejo guarda del coto, el cual había muerto la víspera de la salida de don Paco de Villalegre, y era muy poco probable que don Andrés hubiese nombrado en seguida a otro guarda para donde apenas había cosa que guardar.

¿Todavía enfadado? me preguntó, y su voz, su mirada, su hermosa mirada, pues no se puede negar que tiene unos ojos admirables, todo, en su joven fisonomía y en su actitud, parecía implorar. Yo no pude fingir un descontento que tenía ya olvidado, y respondí: Nada de eso... ¿Cómo guardar rencor a una niña como usted?