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Yo, sólo labrador en la campaña, Y en el gusto del alma caballero, Y no tan enseñado a la montaña Que alguna vez no juegue el limpio acero, Oyendo nueva tan feroz y estraña, No fuí, ni pude, labrador grosero; Sentí el honor con no haberle tocado, Que quien dijo de , ya era casado.

Porque en aquel lugar, lo mismo que en el mundo de la cultura, un hombre á quien los demás escuchan con la sonrisa en los labios y dan el apellido de gracioso, tiene amplias facultades, no solamente para provocar la risa sin ofender á nadie, sino para ser importuno, molesto y hasta grosero donde y cuando le acomode, sin que á nadie se le ocurra darse por ofendido. ¿Y cuál no será la influencia de un hombre de éstos entre los que le rodean, cuando sobre su carácter de gracioso lleva la fama de sabio, como el tío Merlín?

No había miedo de que algún habitante del reino celestial intentase una segunda sublevación pretendiendo continuar la rebeldía de Lucifer. Eran demasiado listos los de arriba para incurrir en error tan grosero.

Sin embargo, nunca es grosero ni indecente, y hasta en sus diálogos más libres y sus escenas más chocantes aparecen revestidas siempre de las galas más bellas de la poesía, porque sabe presentar los hechos más dudosos en punto á moralidad, con la sencillez más encantadora y con el candor más ingenuo.

Lo sentía infinito, pero el fondista de la Oliva le había herido el amor propio, la había ofendido, y quería pagar para tener derecho de dejar aquella posada, y decirle al grosero que no sabía tratar con una dama, sola, sin un hombre que la defendiera. Ante esta misiva, los primeros impulsos de Bonis fueron dignos de un Bayardo y de un Creso, en una pieza.

La indignación contra el grosero interruptor creció a tal punto con estas humildes palabras, que se oyen gritos amenazadores y muchos agitan los puños frente al sitio de donde había partido la voz. Alvaro Peña, el orador griego, más indignado que nadie, sube por fin a la cazuela y a pescozones y coces arroja al desgraciado Mechacan del teatro entre los aplausos del público.

Pero esta delicia de la vanidad satisfecha no tenía que ver con su propósito firme de buscar en Ana, en vez de grosero hartazgo de los sentidos, empleo digno de la gran actividad de su corazón, de su voluntad que se destruía ocupándose con asunto tan miserable como era aquella lucha con los vetustenses indómitos.

¿Y por qué hemos de callar? veamos: ¿qué tenéis vos que echarme en cara, como no sea el no hacer caso de vos, por impertinente? Si como sois de desvergonzada, fuérais de hermosa y discreta, seríais un prodigio. Como vos, si no fuérais grosero y mal nacido. ¡Vive Dios, doña perdida exclamó don Bernardino todo fuera de , que me la habéis de pagar!

Es la única que no se ríe con los chistes del señor Kisseler, un escultor amigo de mi padre, cuyo ingenio hace gracia a todo el mundo. Este señor me disgusta y me parece grosero, acaso porque no le comprendo, pues da a las palabras más sencillas, en apariencia, un sentido particular que hace reír a los hombres y ruborizarse a las señoras, sin perjuicio de reírse también.

El inconveniente de esto consistía en que Papitos tenía mucha más fuerza que él. Eres lo más animal y lo más grosero... balbució Rubín , que he visto en mi vida. Si no te curas de esas tonterías, nunca serás nada. Papitos alargó el brazo izquierdo en que tenía la media, y asomando sus dedos por los agujeros, le cogió la nariz al señorito y le tiró de ella.