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Tu alma se encontrará sola, cautiva de los negros pensamientos de la gris piedra tumbal; ninguna persona te inquietará en tus horas de recogimiento.

Cuando, como a las dos de la mañana, Martín Felshammer ha conseguido desasirse de sus compañeros, bebedores sempiternos, se acerca de buen humor al lugar de la fiesta, donde la claridad insegura del día gris que nace ilumina las idas y venidas de los retrasados.

Pero todos estos timbres valdrían muy poco socialmente en nuestra democracìa si no estuviesen fortalecidos por una fortuna colosal. Y esta fortuna se debe precisamente a un Nuezvana oscuro y a un Ponce y un Ebro insignificantes. En tiempos de Carlos III, este Nuezvana grís y opaco se apañó, por concesión real, los mejores campos, ahí no más, junto a las casas de Buenos Aires.

Tomamos el camino del borde mismo del acantilado; las olas batían allí abajo haciendo estremecerse el monte. La niebla iba ocultándolo todo, y el mar se divisaba a ratos con una pálida claridad que parecía irradiar de las aguas. Contemplábamos atentos el telón gris de la bruma.

O Eminencia Negra, como quieras. ¡No te entiendo! Richelieu tenía un consultor capuchino á quien llamaban Eminencia Gris; pues éste lo es del General... ¿De veras? Como que lo he oido de alguno... que siempre habla de él mal detrás, y le adula cuando le tiene delante. ¿Visita tambien á Capitan Tiago?

No llovió. El toldo gris del cielo continuó echado sobre el pueblo todo el día. Una hora antes de obscurecer salió la procesión del Entierro de la iglesia de San Isidro.

Vestía una blusa gris adornada de trencillas negras, calzones obscuros y raídos, con grueso refuerzo de paño en la entrepierna, y unas polainas de cuero resquebrajado por el sol, la lluvia y el lodo. Bajo la blusa, el vientre parecía hinchado por los aditamentos de una gruesa faja y una canana de cartuchos, a la que se añadían los volúmenes de un revólver y un cuchillo atravesados en el cinto.

Tras una dilatada excursión por provincias, Glatigny, siguiendo la opinión de varios amigos que le querían bien y el duro consejo de los públicos que le habían silbado, resolvióse á cambiar el teatro por la poesía, y marchó á la conquista de París. Iba solo, hambriento, sin recomendaciones ni otro equipaje que un manuscrito guardado en el bolsillo interior de su larga levita gris.

La tierra fungosa se descarnaba como los huesos de Job; sobre la sierra se dejaba arrastrar por el viento perezoso, la niebla lenta y desmayada, semejante a un penacho de pluma gris; y toda la campiña entumecida, desnuda, se extendía a lo lejos, inmóvil como el cadáver de un náufrago que chorrea el agua de las olas que le arrojaron a la orilla.

Constaty, Marricart, Moster, Salos, La-Selva, Castellvertt y los demas pueblos de esa comarca, hacen un contraste primoroso, por sus casas pintorescas y sus campanarios, con la melancólica hermosura de esos campos cubiertos de olivos y algarrobos, cuyo color gris y pálida verdura dominan en las sinuosidades del terreno, ocultando las alegres cepas de viñedos.