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El tal Sorege sabía bien que las señoras darían hasta el último céntimo por no comprometer su nombre en asuntos sospechosos, y como el señorito Jacobo era presa de una banda de granujas, su suerte era fácil de adivinar. ¡Ay! señor, el pobre no tuvo tiempo de arruinar á la familia; el destino se encargó de poner coto á su conducta.

Eva, absorbida por sus inventos de modista, los había olvidado durante meses y meses. ¿Cómo presento estos granujas á Dios?... El Todopoderoso va á creer que soy una sucia y una mala madre.... Porque el Señor es hombre, y los hombres no comprenden lo difícil que es cuidar á tantos chiquillos.

Al pasar por el comedor salió a saludarla el ama de llaves, muy atenta y obsequiosa, ensanchando cuanto pudo su robusta persona para taparle la vista de la mesa en que se hallaban los restos de la francachela que, en ausencia de su amo, celebraban aquellos granujas. Acudió el cocinero por el otro lado, pillo de siete suelas con aire de bonachón y campechano, y la invitó también a ver su cocina.

No bien asomamos las narices á la puerta, calla el discordante y atronador coro que forman los granujas lectores, quítase el maestro las gafas, pónese de pie, hacen lo propio sus discípulos, y todos á la vez, hincando una rodilla en tierra, exclaman á grandes voces: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!

Son los embaixos... espirtos malos de soterrá. ¡Indecentes granujas! ¡Lástima de pareja de la Guardia civil, o siquiera del Orden!

No eran para ellos; esto le parecía la más terrible crueldad de la injusticia. Pero, además, ahora aquellos granujas discutiendo el nombre de lo que no habían de comer, se le antojaban compañeros de desgracia, hermanitos suyos, sin saber por qué. Quiso llegar pronto a casa. Aquel enternecerse por todo la asustaba. «Temía el ataque, estaba muy nerviosa». Corre, Petra, corre dijo con voz muy débil.

¿Y son esos granujas de austriacos, de prusianos, de rusos y demás miserables sacados del fondo de Europa la causa de todo esto? exclamó Hullin agitando la tranca ; ¡pues tened cuidado! ¡Nosotros os obligaremos a pagar el gasto!...

En cambio, en cuanto mudé la conversación y le traje a la política, D. Jenaro no emitió más que ideas vulgares o disparatadas. España, en su opinión, no podía gobernarse sino a latigazos. Lo primero que hacía falta era barrer a todos los granujas que bullen por los ministerios, y poner en su lugar personas decentes y de arraigo. Luego, ¿para qué sirve el Congreso?

Vengo huyendo de ellos. No faltó nada para que me asesinasen. Tocó la vez a Tristán de abrir los ojos desmesuradamente. ¡Asesinarle a usted! ¿Pero cómo...? ¿Qué está usted ahí diciendo? , en mi misma casa abrieron los cuchillos para ... Si no escapo a tiempo allí me degüellan sin remisión. ¿Pero está usted loco, amigo Barragán? ¿De quién habla usted? ¡De esos granujas! De mis hijastros.

¡Bailad tranquilos, granujas alegres e insolentes; mirad la falla, burgueses bondadosos; reíd como gallinas cacareadoras, mujercillas que celebráis las contorsiones de los monigotes!