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Sus ojos de admirables proporciones, eran la misma serenidad unida a la gracia, a la armonía, con un mirar tan distinto de la frialdad como del extremado relampagueo de los ojos andaluces. Sus cejas eran delicada hechura del más fino pincel y trazaban un arco sutil y delicioso.

Escribo la presente desde Arcos: desde el día en que Su Majestad se dignó conceder gracia a la condesa de Pópoli, conoce mis sentimientos para con ella: afección insensata, probablemente, pero que no acabará sino con mi vida, así como mi gratitud y mi respeto para Vuestra Majestad.» »Cuando me hubo dado a leer esta carta, la cerró, selló y envió por un correo.

Consta de tres naves, sostenida la central por veinticuatro columnas. El atrevimiento, la ligereza, la gracia y el buen gusto son sus distintivos.

Al ir a la tienda de la Plaza Mayor en busca de aquel original artículo, tropezó con una ciega que pedía limosna. Era una muchacha, acompañada por un viejo guitarrista, y cantaba jotas con tal gracia y maestría, que Moreno no pudo menos de detenerse un rato ante ella.

En el café del Siglo se tenía noticia de estos cursos instructivos. Se le embromaba con ellos, se comentaban con gracia por toda la tertulia. Pero en aquellas bromas el que marchaba delante y brillaba por su procacidad era él mismo. ¿Qué tal, D. Laureano, se va instruyendo la niña? Admirablemente. Tiene disposiciones asombrosas, sobre todo para la geografía política.

No, y, sin embargo, crees en el telegrama que te llena de gozo. Pues así es la gracia: maravilloso su origen, secreto su camino; su fin, dulcísimo. Créeme, hermano, el hombre sin la idea de Dios, es aspa de molino sin viento que lo mueva, fuego sin aire que lo sople.

Pero si no se trata de obediencias, ni de respeto, ni de que toméis ese tono tan grave; lo veo: estáis entregada en cuerpo y alma á Lerma, le teméis; le teméis más que á ; ¿será cierto lo que dicen acerca de que don Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, duque de Lerma, por nuestra gracia, es más rey que el rey en los reinos de España?

25 [Pero] dijo el rey a Sadoc: Vuelve el arca de Dios a la ciudad; que si [yo] hallare gracia en los ojos del SE

Regocijado interiormente por el clarísimo son de las campanas, Francisco se representaba con mayor fuerza en su imaginación a la señora Liénard sentada bajo el emparrado, con su vivacidad de gestos y su prestancia, con su amable sonrisa, con sus relucientes y oscuros ojos y con su gracia un poco silvestre.

15 Mas os he escrito, hermanos, en parte osadamente, como amonestándoos por la gracia que de Dios me es dada. 16 Por ser ministro de Jesús el Cristo a los gentiles, ministrando el Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo. 17 Así que tengo de qué gloriarme en el Ungido, Jesús, para con Dios.