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En el cauce común cada gota tiene su curso particular, graciosa serie de curvas verticales, horizontales, oblicuas, comprimidas en las grandes sinuosidades del arroyo: así es también como el circuito de un planeta se desenvuelve en la órbita inmensa del sistema solar que lo arrastra. Estudiado en conjunto, el arroyo se desvía á un lado y á otro como las gotas que lo componen.

Señora dijo Salvador quitándose el sombrero, mas sin ver gota , dispénseme usted. Ojos tengo, pero de nada me sirven, pues no hay luz en el pasillo. Buscaba la puerta.... ¿Y soy yo acaso la puerta, señor majadero?... ¡Qué consideraciones gastan con las señoras los hombres de esta casa!...

Le pagan miles de duros añadía Gabriel por cada minuto de su existencia; pero el oro no puede proporcionarle una gota de sangre nueva que sanee el veneno hereditario de sus venas.

Los azotes habían dejado ya algunos surcos de color de rosa en su cándida epidermis, sin que hubiese pedido tregua. Mas llegó un instante en que el bárbaro instrumento hizo saltar sobre ella una gota de sangre.

Pedro se apoderó instantáneamente de aquella mano, y poniendo los labios sobre ella, chupó la gota de sangre. ¿Qué haces? Nada, señorita. Si la ha mordido una víbora, no es usted ya la que muere. ¡Qué horror! ¡Quiera Dios que no sea víbora! Gracias, Pedro... Has hecho mal en exponerte... ¡La Virgen del Carmen permita que no sea víbora! No se apure usted.

Basta decir que Carranza había leído cuanto salió de plumas humanas, siendo de notar que todo libro que pasase por su memoria dejaba en ella un pequeño sedimento ó depósito, aunque no fuera más grande que una gota de agua. No había fecha que él no supiera, ni nombre que ignorara, ni dato que le fuera desconocido, ni coincidencia que se escapase á su penetración y colosal memoria.

La muchedumbre hormigueaba delante del sucio y repugnante edificio en espera de algo; ¡un algo bien espantoso por cierto! Yo fui a engrosar aquel gran montón, como una gota de agua que cae en el mar. Allí los rostros ya expresaban algo: la impaciencia.

El día que no había comida de campo había cena en la casa hasta la madrugada. La vecindad estaba escandalizada. La policía rondaba. Villalonga y yo como dos insensatos... ¡Ay, qué par de apuntes!... Pero hijo, está lloviendo... a me ha caído una gota en la punta de la nariz... ¿Ves?... Aprisita, que nos mojamos.

Además de estar loco, padecía del estómago, de gota y otras muchas enfermedades; a veces el doctor le ponía a régimen; a veces le privaba durante un día entero de todo alimento; pero a Pomerantzev todo esto le tenía sin cuidado.

El musgo de las laderas ahumaba bajo los tibios rayos del rebozado sol: de cada hilo de hierba pendía una gota de agua. Nuestros cazadores caminaban lentamente. El aliento que salía de sus bocas se cuajaba en la atmósfera.