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Somos cinco solamente; pero las maniobras de nuestras velas no requieren muchos brazos, y, además, atravesado el estrecho de Torres, nada tendremos que temer, porque sólo en ese brazo de mar, sembrado de bancos coralíferos y de bajíos, hay algún peligro. ¡Quiera Dios que no nos sorprenda alguna tempestad! ¡Mira hacia allá, Horn! ¿No ves las nubes que se elevan a la extremidad del golfo?

Las velas, hinchadas casi hasta reventar, lo empujaban hacia el Nordeste, y el Capitán lo dirigía al lejano estrecho de Torres, para entrar en el mar de las Molucas y llegar a la isla de Timor. A pesar del encallamiento, el junco no parecía tener la menor avería y navegaba gallardamente por las espumosas olas del golfo.

En el fondo, el golfo incendiado por el sol africano, la costa de Algecíras y San Roque, con sus graciosas poblaciones, la Isla-Verde con su hospital, las fortalezas españolas y la faja de montañas cerrando el horizonte al sud-oeste.

Entre tanto atravesaba el golfo un pequeño bote lleno de banderolas, que venia de Algecíras á Gibraltar, trayendo á bordo una numerosa banda de paseantes alegres entre los cuales habia como cinco ó seis músicos. Sus sonatas eran de un efecto encantador en el fondo de aquel golfo murmurante rodeado de preciosos paisajes.

El viaje no debió de ser enteramente feliz, pues Mascareñas refiriéndose a una de las galeras de la flota, dice que padeció seria tormenta en el golfo de León, siendo preciso arrojar al agua la artillería, y que otra entró en Génova cuando todos la creían perdida.

Todo lo demas, que está de la banda del sur y del oeste, en marea llena, parece un golfo todo lleno de agua; pero en bajamar queda todo en seco: y así, habiendo navegado cosa de tres leguas hasta medio dia, y bajando á este tiempo la marea, se quedaron en seco.

Así como hay pescadores de arenques, de ballenas y de focas, hay pescadores de trépang, los cuales todos los años, en la estación propicia, llegan desde los puertos más lejanos hasta las aguas del estrecho de Torres, del mar de Coral o del golfo de Carpentaria.

Hice empréstitos a los reyes, subsidié guerras civiles, y fuí aclamado por todas las repúblicas latinas que ornan el golfo de México. Y entre tanto, vivía triste...

El había llevado una vez desde Europa armas y municiones para una revolución de la América del Sur. Tòni le había contado sus aventuras en el golfo de California mandando una pequeña goleta que servía de transporte á los insurrectos de las provincias septentrionales alzados contra el gobierno de Méjico.

Apoyó luego la cabeza en las rodillas, y así estuvo largo rato, fumando con los ojos fijos en el mar. Se adivinaba que iba á decir algo interesante, algo que arañaba el interior de su frente pugnando por salir. Al fin habló con lentitud, sin dejar de mirar al golfo. De vez en cuando se arrancaba de esta contemplación, para fijar los ojos en Ulises, midiendo el efecto de sus palabras.