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Pasó una débil y triste sonrisa por la fisonomía de Nancy cuando pronunció estas últimas palabras. Soy un hombre peor de lo que pensabais, Nancy. ¿Podréis perdonarme algún día? El mal que me habéis causado no tiene mucha importancia, Godfrey, y ya está reparado; habéis sido bueno conmigo durante quince años.

¡Ah! ¡ah! dijo Dunsey, volviendo la cabeza de lado y tratando de hablar con una vocecita aflautada . Y la linda señorita Nancy estará allí, y bailaremos con ella, y le prometeremos no ser malo, y volveremos a entrar en favor y... Tened la lengua al hablar de la señorita Nancy, pedazo de tonto dijo Godfrey rojo de cólera , u os estrangulo.

Entonces, prefiero quedarme prosiguió Godfrey, con la determinación irreflexiva de conseguir aquella noche tanta felicidad como pudiera, sin preocuparse del mañana.

Y las heridas más profundas de Nancy procedían todas de la convicción de que Godfrey consideraba la ausencia de hijos en su hogar como una privación a la que no podía acostumbrarse.

Lo más cuerdo que podía hacer era tratar de atenuar la cólera de su padre contra Dunsey, y conservar lo más posible las cosas en su antiguo estado. Si Dunstan no volvía hasta dentro de algunos días y Godfrey suponía que aquel pícaro tenía bastante dinero en el bolsillo como para poder prolongar su ausencia bastante tiempo , todo podría disiparse.

Jamás se repondría de la repulsión que le causaría la historia de aquel primer matrimonio si se la revelaba ahora, después de haber guardado el secreto tanto tiempo. Y la joven, pensaba Godfrey, sería un objeto de repulsión para ella; la sola presencia de Eppie le sería penosa.

Godfrey tenía instrucción privada de comunicar todo cuanto ocurriera á su nuevo amo: tal era la verdadera misión, á cuyo cumplimiento se deben las noticias que irán apareciendo.

La convicción de que Godfrey estaba arrepentido de su casamiento y que sufría pensando cómo poderlo romper, apuraba el rencor de Molly.

En cuanto a Godfrey, se sentía tan feliz, estaba tan sumido en el olvido bajo el encanto prolongado de la contradanza que acababa de bailar con Nancy, que la confusión de la joven le dio bastante audacia como para querer llevarla directamente, sin pedirle permiso, al pequeño salón de al lado en que las mesas de juego estaban preparadas.

Godfrey se levantó y se desayunó más temprano que de costumbre, pero se quedó en el pequeño salón artesonado hasta que sus hermanos menores acabaran de desayunarse y salieran. Esperaba a su padre, quien siempre hacía un paseo con el mayordomo antes de almorzar. Nadie comía a la misma hora por la mañana en la Casa Roja.