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EL FRAILE. ¡Miserable!... ¡renegado!... ¡descreído! EL GITANO. Además, usted hace un honrado comercio con esas buenas gentes, porque les vende un poco demasiado caro sus bendiciones y sus exorcismos, que, aquí entre nosotros, no hacen la seda más fina ni el acero más flexible. EL FRAILE. ¡Hijo de Satanás! ¡infame condenado!

Mi opinión es que, como gracias a los progresos de la igualdad y fraternidad los chocantes aires aristocráticos se van extinguiendo, en breve no se hallarán en España, sino en las gentes del pueblo. ¡Creer que ese hombre es un torero! dijo el artista con tal sonrisa de desdén que el otro se levantó picado, y exclamó: Pronto sabré quién es: venid conmigo, y exploraremos a su criado.

Y las gentes llamaron a estos hombres los políticos, que es lo mismo que hombres urbanos y corteses. Y poco a poco estos hombres fueron ganando la simpatía y la confianza de todos, y en sus manos se confiaron los más arduos negocios humanos, es decir, la dirección y gobierno de las naciones. Así transcurrieron muchos siglos.

¿Y por qué es mal hecho, señor? preguntó. Porque esas gentes respondió el general vivían contentos y sin ambición, y desde ahora en adelante, no podrán decir otro tanto; y según el título de una comedia española, que es una sentencia, Ninguno debe dejar lo cierto por lo dudoso.

Para llegar a su camarote era necesario pasar por nuestra cámara, en donde dormíamos gentes de su confianza, y luego seguir por un pasillo en zig-zags, forrado de hierro, con agujeros pequeños y redondos para disparar por ellos en caso de ataque.

Podrán no hacer nada las gentes en una Junta, podrán no tener nada que hacer tampoco, pero nada es más necesario que una Junta; así que, lo mismo es nacer un partido, pónenle al momento en Junta como lo habían de poner en nodriza, y no bien abre los ojos a la luz se encuentra ya juntado, que no es poca ventaja.

De aquí surgieron no pocos lances, y aunque algunas mujeres alegaban, para excusarse de cumplir la pragmática, los privilegios ó fueros que gozaban su padre y marido, viendo que tampoco este recurso les daba resultado, y que las gentes de la justicia no andaban tardías en las denuncias, en más de una ocasión excitaban á sus deudos y allegados para que buscaren medios é influencias con que dejar de cumplir lo ordenado por el rey.

También él sentíase unido por un afecto tradicional al barrio donde se había deslizado su mísera niñez. Gustaba de deslumbrar a las mismas gentes que habían tenido a su madre por servidora, y dar un puñado de pesetas en momentos de apuro a los que llevaban zapatos a su padre o le entregaban a él un mendrugo en los días penosos.

Comienza de hacer informaciones, Y prende á los que estaban inocentes, Y con algunas falsas relaciones, Con prision atormenta á muchas gentes. No sale con sus vanas pretensiones, Aunque pone calor y grandes dientes; Y así confuso deja la pesquisa Del libello, diciendo que era risa.

Sólo después de las comidas se formaban tertulias en el jardín de invierno; tertulias amistosas, sin rivalidades en el traje ni en las joyas, vistiendo cada cual a su gusto, como gentes preocupadas por una tarea extraordinaria y faltas de tiempo para pensar en el propio adorno. Sólo quedaban horas contadas de viaje: aquel día y parte del siguiente.