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Ahora, con los preparativos electorales, no había tiros; pero la gente se metía en sus casas más pronto que nunca, presintiendo que iba á surgir una revolución.

Algunos civiles de caballería, con el sable desenvainado, caracoleaban para dejar libre el tránsito, atropellando a veces a la gente, que dejaba escapar sordas imprecaciones contra la fuerza pública.

Tambien habia muchos Guatataes, Que es gente muy amiga de cristianos, Y otros que se llaman Mogolaes, Que viven en esteras por los llanos; Aquestos, y tambien Coñamequaes, Est

Este mismo dia se despachó otra partida de mañana, para que fuese á correr el campo hácia la costa del mar, y volviendo esa misma noche no trajo novedad alguna, habiéndose divertido la gente de la armada en cazar: y aunque no faltó que comer, pero no hallaba leña, y la que suplia era bosta de caballo, aunque escasa. Dia 5.

Maltrana no quiso oír más. Volvió la espalda sin despedirse del amigo, como si huyese de su remordimiento y su vergüenza. Vagó por las calles, haciendo esfuerzos por no llorar. La gente le miraba; y fatigado de esta curiosidad, quiso salir de la población, caminar por el campo.

Y fue verdad que hubo gente nueva en el baile, y bastante, y de muy buen porte; y también se confirmaron las sospechas de la hija mayor del magistrado cesante: allí se le apareció de golpe su novio, tal como ella le había descrito, con la barba y el pelo rubios y recortados, alegre y cariñoso, a juzgar por las muestras del momento.

Quedaron muertos de este alboroto, ó motin catoce Capitanes de los mas conocidos enemigos de Rocafort, y otra mucha gente de los aficionado, y criados de estos capitanes, que quisieron al principio resistir.

Estando en Benavente sentado para comer, le llegó el correo con la noticia de la sorpresa de Córdoba por unos cuantos soldados, y el rey, sin darse tiempo de tomar un bocado, montó á caballo, dejando órdenes á los lugares de Leon y Castilla para que le siguiese la gente de armas que la diligencia de los cabos y corregidores pudiese juntar.

Ahora yo tengo para que aun en el mesmo infierno debe de haber buena gente. Y, por no ser para más mi venida, no ha de ser más mi estada: los demonios como yo queden contigo, y los ángeles buenos con estos señores. Y, en diciendo esto, tocó el desaforado cuerno, y volvió las espaldas y fuese, sin esperar respuesta de ninguno.

Era asombroso este cambio de conducta; pero también lo era que el señor Cuadros, que antes medía telas en su tienda sin ambición alguna, tuviera ahora carruaje y todo el empaque pretencioso de un aspirante a millonario. Ven conmigo, Andresito. Vamos a dar un paseo. añadió la mamá , acompaña a Amparito. Reúnete con la gente joven.... ¡Qué diablo! A tu edad....