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Que mi secreto corra mañana por las calles, por los salones y por los periódicos. ¡Oh! Aquello fué un grito de reprobacción general y el mismo Maugirón abandonó el partido de Cristián y se pasó al enemigo, gritando más fuerte que todos. ¡Abajo Tragomer! ¡Fuera Tragomer!

Estos trabajos de su juventud han desaparecido, á no suponer que entre los romances del Romancero general haya algunos suyos .

La batalla de Ayacucho inmortalizó el nombre del valiente hijo de Cumaná, tan buen patriota como virtuoso ciudadano, tan hábil como noble general. Al siguiente dia de esta batalla Bolívar entraba en Lima y expedia un decreto por el cual convocaba un Congreso para el 10 de Febrero del próximo año.

Entre nosotros, por regla general, los ministros están solos, pues los empleados, en vez de ser cooperadores de confianza, son meros escribientes, salvo, bien entendido, honrosas excepciones.

Pues a pesar de que la opinión general era que se hallaba muy a su gusto y que no se cambiaría por el director de la Fábrica del Sello, lo cierto es que el Menino esperaba con impaciencia la ocasión de escaparse; se había dejado dominar por la melancolía, se le había agriado el carácter y tenía la bilis excitada por la falta de ejercicio.

Entre sus dignos miembros figuraban el general Miranda, el marqués del Toro, Francisco Javier Ustáriz, Lino Clemente, Martin Tovar, Juan German Roscio, Antonio Nicolás Briceño, Francisco Javier Yánes y otros varios.

Pero si atendemos á la predilección que muestra por Sevilla, y en general por Andalucía, hemos de deducir que estuvo domiciliado en esta provincia.

D. Ramón de la Cruz escribió centenares de sainetes, que se representaron con general aplauso. Según parece, no tuvo pretensiones de alcanzar fama de autor dramático, no proponiéndose otra cosa, probablemente, que pasar un par de horas divertido, y que participara el auditorio del placer de que él disfrutaba.

Vióle con efecto en Pamplona, y le dejó camino de Tunja, á donde se dirigia para dar cuenta de su conducta al gobierno general, con ánimo tranquilo y lleno como siempre de su franca lealtad y de su nunca abatido entusiasmo.

Aspiraba ya a una fama de mayor prestigio aún, y dije a Yago, el cual me había seguido a París: »No existe otro verdadero renombre que el que se adquiere en la carrera de las armas. ¿Qué es un literato, un poeta? Nada. Pero un gran capitán, un general... Este es el destino que ambiciono. Por una gran reputación militar daría diez años de los que me quedan de vida. »Aceptado replicó Yago.