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De vez en cuando iluminaba su rostro, de agradable manera, un rayo de buen humor socarrón; mientras que también podía notarse un rasgo de elegancia y gusto delicado natural, que no siempre se en las almas viriles pasada la primera juventud, en el placer que causaban al General la vista y fragancia de las flores.

Entre los muertos del ejército de Bolívar hubo que lamentar dos pérdidas de consideracion: el general Cedeño y el coronel Ambrosio Plaza quedaron sepultados bajo sus propios laureles.

Caras curtidas por el sol y el viento, severas pero simpáticas, de ojos inteligentes, expresivos y un poco burlones; un acento mesurado y sonoro, y de correcta pronunciacion en lo general, y un aire de benevolencia y honradez, distinguian á esos rústicos hijos de la Vieja Castilla.

La condesa d'Aulnoy, en una carta fecha en 27 de junio de 1679, describe una de estas fiestas, que copiamos aquí como complemento de la inserta antes, de otro viajero. «Debo decir, escribe esta señora, que he visto la fiesta del Corpus, aquí muy solemne. Hay una procesión general á la que asisten todas las parroquias y todos los religiosos, cuyo número es muy grande.

Ausencia, celos, quejas y desavenencias, odio, desdenes, penas, reconciliación y matrimonio. Teoría y consejos amatorios. Cariño y penas filiales. Religiosos. Sentenciosos y morales. Fiestas y baile. Columpio. Jocosos y satíricos. Estudiantes, soldados, marineros y mineros contrabandistas, brabucones y borrachos. Carcelarios. Históricos y tradicionales. Locales. Varios. Apéndice general.

Maximiliano no se sentó, doña Lupe , y en el centro del sofá debajo del retrato, como para dar más austeridad al juicio. Repitió el «muy bien, Sr. D. Maximiliano» con retintín sarcástico. Por lo general, siempre que su tía le daba tratamiento, llamándole señor don, el pobre chico veía la nube del pedrisco sobre su cabeza.

Un día, en el Palacio de Justicia, había podido convencerse de esta animosidad general, que empujaba á su defendida hacia los fusiles de la ejecución. La mujer encargada de guardar las togas, verbosa comadre familiarizada con el trato de los abogados ilustres, le había hecho conocer sus opiniones rudamente.

Todos los esfuerzos que habían hecho hasta allí los oyentes para contener la risa, fueron infructuosos. La carcajada fue tan simultánea y tan estrepitosa, que el general calló de repente y les echó una mirada indignada.

4 David, por tanto envió espías, y entendió por cierto que Saúl venía. 5 Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl había asentado el campamento; y miró David el lugar donde dormía Saúl, y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y Saúl dormía en la trinchera, y el pueblo estaba por el campamento en derredor de él.

Aunque es una verdad que el propósito de hacer servir una fábula profunda y poética al efecto teatral, puede considerarse como prenda casi general de los dramáticos españoles, y que hasta las composiciones de Lope de Vega, como lo demuestra su éxito extraordinario, estaban calculadas para ponerse en escena, sin embargo, no se nota en ellas, en el mismo grado que en las de nuestro poeta, la acertada distribución y economía de los efectos escénicos y de los medios de conseguirlo: encontramos muchas que, en ciertas escenas, excitan nuestro interés sobremanera, pero que resultan desanimadas y frías en su conjunto.