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Frígilis olvidó el guante y el gato, y quedó arrobado oyendo el repiqueteo estridente, fresco, alegre del jilguero de sus amores. Petra escondió en el seno de nieve apretada el guante morado del Magistral.

Váyase vuestra merced, señor, norabuena, su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato. ¡Vos sois el gato, y el rato, y el bellaco! -respondió don Quijote.

Los igorrotes infieles admiten en cambio de sus efectos toda especie de animales, aunque sean inútiles y despreciables, como el perro y el gato. «No conocen otra ley que la más completa libertad, sin subordinación á autoridad alguna, y son inclinados á toda clase de vicios.

Luego dejó caer los brazos y la cabeza, y repitió aquel ¡robado!, pero de una manera ronca, grave, semejante á la preparación del rugido del león. Y luego, llorando como un muchacho á quien han roto su botijo, y teme la cólera de su madre, repitió la frase ¡robado! y dió á correr sin saber á dónde, como un gato espantado, tropezando en todo, dándose en las paredes.

Inmediatamente recibió en sus patas de terciopelo una piedrecilla lanzada por Momo, con la singular destreza que saben emplear los de su edad en el manejo de esa clase de armas arrojadizas. El gato se retiró con prontitud; pero no tardó en volver a ponerse en observación, haciéndose el dormido. Don Modesto cayó en la cuenta y perdió su tranquilidad de ánimo.

Después, gesticulando con recia manotada, echó de las moscas y dijo: Se ha muerto el boticario de la calle de Rodas y el carbonero de la calle de las Velas. En la casa del tío Caro no ha quedado más que el gato. Anoche no había novedad, y esta mañana la casa era un cementerio.

El calavera silvestre es el gato del lechuguino: así es que éste le ve con terror; de quimera en quimera, de qué se me da a en qué se me da a , para en la cárcel; a veces en presidio, pero esto último es raro: se diferencia esencialmente del ladrón en su condición generosa: da y no recibe; puede ser homicida, nunca asesino. Este calavera es esencialmente español.

Rafael, que en el primer momento se sentía agresivo, dispuesto a contestar con la violencia si el viejo camarada extremaba la reprensión, mostrábase ablandado y un tanto conmovido por el sincero dolor de aquel hombre, sin otro sentimiento que la dominación, semejante a su padre, como el gato se parece al tigre, y casi sollozante al ver en peligro el prestigio de la casa.

¿Que me han informado mal? por cierto: ¿sabéis lo que eran los polvos con que se avió la perdiz que se puso en la mesa de su majestad? Un veneno tal, que el paje Gonzalo que comió las pechugas de la perdiz, reventó á los cuatro minutos, y que hizo que el gato del tío Manolillo, que siempre está hambriento, no quisiera comer los pocos restos que quedaron de la perdiz.

Bien barruntaba yo que este don Juan tenía cara de beato y uñas de gato... ¡Nada! Al capón que se hace gallo, descañonarlo; que como dice la copla: Arbol tierno aunque se tuerza recto se puede poner; pero en adquiriendo fuerza no basta humano poder.