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Pueblo por excelencia agrícola, mira cultivados sus campos como hace cien años, rinde los mismos productos, cosecha los mismos frutos. Y gasta y consume hoy lo mismo que gastaba y consumía hace veinte lustros. Las casas como cortadas por el mismo patrón; los trajes iguales; las caras parecidas; unísonas las voces.

Si á un parroquiano le saltaba el botón de la camisa, mientras se lo cosía, enterábale con orgullo de que Velázquez no gastaba camisas de algodón como aquélla, sino de hilo puro que le costaban tres duros cada una. Sus botas, sombrero, reloj, etc., eran para la hija de Pontes objetos preciosos que no podía tocar sin amor y veneración. Velázquez se dejaba querer sin sorpresa.

Este personaje decorativo gastaba patillas largas y blancas, abdomen abultado, pantalón obscuro y una chaquetilla blanca, de dril. Hablaba de manera doctoral. La geografía, la historia, el comercio, la navegación, todo lo dominaba este hombre extraordinario. Don Paco me explicó que don Matias y doña Hortensia buscaban para la niña un novio de la aristocracia.

Cristeta vendía con amabilidad, sin hablar más de lo necesario; y en cuanto despachaba lo que le pedían, se ponía a leer, apoyada de codos en el mostrador, siendo su lectura favorita la de dramas y comedias. Apenas se estrenaba en cualquier teatro una obra, ya la tenía entre las manos: y como los ejemplares cuestan dinero y ella no lo gastaba, claro está que alguien se los prestaba.

Llevola a las Micaelas doña Guillermina Pacheco, que la cazó, puede decirse, en las calles de Madrid, echándole una pareja de Orden Público, y sin más razón que su voluntad, se apoderó de ella. Guillermina las gastaba así, y lo que hizo con Felisa habíalo hecho con otras muchas, sin dar explicaciones a nadie de aquel atentado contra los derechos individuales.

Benina, que le leía en el rostro la inanición, gastaba menos etiquetas que su señorita, y le servía con brusquedad, riéndose de los melindres y repulgos con que daba delicada forma a la aceptación.

En cuanto á caza, ni con hurones se encontraba, por atravesar la finca una servidumbre desde principios del siglo, en que huyó de allí el último conejo de que hay noticia. Los dinerillos le producían, salvos disgustos, apremios y tardanzas, unos tres mil realejos. Así es que Su Excelencia no poseía más que gloria y un inmenso caudal de metáforas, que gastaba con la prodigalidad de un millonario.

Entonces, ¿qué diablos le trae a usted por aquí? ¡Ya está usted buena maula! ¿No yo que se gastaba usted con ella los ojos de la cara? ¡Y que no es usted poco rumboso, decían allí! ¡Bah! Una cosa es gastar y otra querer.

Hasta Alcira llegaba el rumor de otras hazañas del príncipe, como le llamaba don Jaime al ver la despreocupación con que gastaba el dinero.

Además de sus industrias, armerías y gran comercio, las prolongadas guerras que habían arruinado á tantas otras villas francesas la habían favorecido notablemente. En Burdeos se acaparaba y se vendía inmenso botín, procedente de batallas, saqueos y presas marítimas, cuyo producto en ella se gastaba casi totalmente.