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Y su hijo, aquel retoño en el que había puesto sus esperanzas, el destinado a elevar la casa a su mayor gloria, el que había de ser personaje en Madrid, y al nacer encontraba el camino hecho, arrojaba por la ventana todo el trabajo del padre con el fácil abandono con que se pierde lo que no costó nada de ganar. ¡Bien se veía que no había conocido los tiempos malos!

Es preciso irme desprendiendo poco a poco, de buen o de mal grado, de este bajo suelo; ya siento en la noche; ¿cuántas horas me faltan contar aún en este negro abismo? Dios lo sabe; yo no he de contarlas, porque estoy entregada a El absolutamente; lo que le pido, es que me retenga aquí el tiempo necesario para ganar su estimación.

Desde ese día comenzó su vida de miseria, pues desde entonces llevaba un yugo tan pesado, que sus mismos hombros de gigante amenazaban romperse bajo la carga: todo lo que conseguía ganar con sus manos encallecidas, todo lo que ahorraba en sus gastos personales, desaparecía absorbido por las reclamaciones de los suyos.

Este había desaparecido por la esquina de una calle. Pero al llegar a ella la columna pudo verle tratando de ganar la otra. ¡Pum! Don Roque disparó su revólver, gritando al mismo tiempo: ¡Date, ladrón! Tornó a desaparecer: tornaron a verle al llegar a la calle de la Misericordia. ¡Pum! Otro tiro de don Roque. ¡Date, ladrón!

En que trabajos mete la codicia, Y el procurar ganar la plata y oro, Y mas cuando fortuna le es propicia: Aquel que juntando gran tesoro No siente el sin ventura la malicia, Los males, sobresaltos, pena y lloro, Que le es fácil lo que es dificultoso, Con fin de conseguir su fin gustoso.

Lo contrario, el no ganar nada por ellos o el disiparlos malamente, es una ingratitud y un abuso de confianza. Goethe supo cumplir con este deber que sus prendas intelectuales requerían.

El pobre Fabrice no debía escapar a esa fatalidad: desde el regreso de Pierrepont mostraba por él aún más efusiva amistad que en los mejores tiempos del pasado, lo que quizás explicaba, el deseo de ganar para Beatriz la compañía de un tan consumado y brillante hombre de mundo cual era el marqués.

Las modistillas, al salir de los obradores, y las señoras, de vuelta de los almacenes, lo atravesaban para ganar terreno.

Que predicando el Evangelio, ponga el Evangelio del Cristo de balde, por no usar mal de mi potestad en el Evangelio. 19 Por lo cual, siendo libre para con todos, me he hecho siervo de todos para ganar a más. 20 Y soy hecho a los judíos como judío, por ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley, como sujeto a la ley, por ganar a los que están sujetos a la ley;

Don Acisclo, con arreglo a sus doctrinas de hacer ganar a su amo ganando él, trazaba ya el plan económico para el manejo de los millones.