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Ahora mandaré un hombre a que recoja mi equipaje. Me voy, porque tengo prisa dije. Bueno, bueno me contestó el patrón. Fuí saltando de barca en barca hasta ganar las escaleras del muelle. Estaba desierto. Yo sentía una gran angustia. Al pasar por el taller de tornero de Zelayeta encontré a mi amigo; le cogí del brazo y le pregunté lo que se decía en el pueblo de Mary y de Machín.

Cuando era ya el terror de la República, preguntábale uno de sus cortesanos: «¿Cuál es, general, la parada más grande que ha hecho en su vida?» «Sesenta pesos» contestó Quiroga con indiferencia; acababa de ganar, sin embargo, una de doscientas onzas. Era, según lo explicó después, que en su juventud, no teniendo sino sesenta pesos, los había perdido juntos a una sota.

Díjose entonces en España por proverbio «Los Gelves, madre, malos son de ganaraunque no pudiera presentirse que habían de ser teatro de desastre harto más serio, por uno de los mayores de la historia militar española, así en pérdidas de personal y material, como en la más sensible de la reputación y de la confianza ganada con tantas victorias anteriores.

Toda la diferencia estaba en él, con respecto a las demás noches, en ganar o perder, vestido de moharracho.

Y cuando, después de tres años de vida común, llena de paz y de consuelo, el Cielo prometió bendecir su unión, ella no cesó, aunque su estado exigía los mayores cuidados, de ir y venir, arreglándolo y dirigiéndolo todo, en la cocina, en la bodega y en la casa. Casi parecía que hubiera querido ganar así para su marido la dote que no había podido llevarle.

Recibidas estas noticias, se trató luego de ganar á Cristo á los Curacates y Quíes; los cuales viven á orillas de un río que desemboca en el gran río Paraguay.

Cuando quedo libre de visitas, suspiro como si jamás en este mundo me hubiese sido permitido este desahogo del corazón. Olvido con harta frecuencia que es ésta un época de prueba. ¡Oh! yo debería ver, por la de mi Susana, cuán necesaria es la purificación de las menores faltas para ganar el cielo.

Como el dinero escaseaba en casa y cada vez que se presentaba Agapo, era recibido con una lección de solfeo, no se atrevía él a ir y pasaba los días vagando, comiendo naranjas o un pedazo de pan duro, mojado en el cocido de alguna lavandera caritativa; a veces, por ganar algo, hacía changas en el muelle, llevando la maleta de algún viajero o vendía periódicos y fósforos, pero, decididamente, no servía él para el trabajo; un día le llevaron a la comisaría por desorden, y ya aprendió el camino, de tal modo, que rara era la noche que no dormía en duro banco, en compañía de borrachos y ladrones.

Verdaderamente, no era lógico. Hay momentos en que siento una alegría inexplicable: el aviso misterioso de que voy á recibir una buena noticia; la misma corazonada de los días en que llego al Casino segura de ganar... y gano. He escrito al rey de España, que se ocupa de la suerte de los prisioneros y muchas veces hasta consigue que los devuelvan á su patria.

«Al niño no le he visto ni hoy ni ayer respondió Benina ; pero me ha dicho la Juliana que anda corriendo ahora como las mismas exhalaciones, porque, con esto del trancazo, le han salido muchos anunciantes de medicinas. Piensa ganar mucho dinero y echar él un periódico, todo de cosas de tienda, poniendo, un suponer, dónde venden este artículo o el otro artículo.