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A pesar, no obstante, de esta dichosa condición mía, como son tantos los Jeremías y las Casandras que andan por ahí pronosticando nuevos males, y como brillan con frecuencia ante mis ojos, a modo de siniestros relámpagos, terribles avisos y ominosas señales, confieso que me desazono, la postración se apodera de mi espíritu y me pongo muy compungido.

El Galeón se había hundido bastante y las olas barrían la cubierta con frecuencia. No creo que resista en la dirección que llevamos, dijo el capitán, pero si viro encallamos en la costa. ¿Y amainando velas? sugirió el barón. ¿No podríamos esperar la calma del mar y el viento? No, una y otro no tardarían en arrojarnos contra las rocas.

Y andaba más aprisa a cada momento, volviéndose con una frecuencia creciente, lanzando en todas direcciones miradas de pavor, hasta que caía muerto de cansancio en la cama.

La voz de Toledo al decir esto era tan desolada como fué la del príncipe al enumerar á sus amigos las ventajas de vivir alejados de la mujer. En cambio, Miguel aceptaba ahora la dominación femenil, y casi envidió á este sabio porque volvía á su antigua modestia para encontrar con más frecuencia á Valeria. El era menos dichoso.

A partir de aquel día la señora Princetot fue la amante del guarda general, y éste ya no se fastidió como antes en Val-Clavin. El señor Princetot se ausentaba con frecuencia para ir a hacer sus compras de vinos o para venderlos a sus clientes de la montaña, de lo que los amantes se aprovechaban.

Y el príncipe mostró también cierta precipitación al acompañarle hasta la verja de entrada, con grandes extremos de amistad. Debía volver con frecuencia á Villa-Sirena; era el único amigo fiel. ¡Lastima que se negase á vivir allí, como en otros tiempos!... Al quedar solo, Lubimoff subió á las habitaciones del primer piso. Temía que el coronel adivinase su contento.

»Por aquella época se formaban en la capital grandes reputaciones literarias, cuya fama llegaba hasta nuestra provincia. »¡Ah! decíame con frecuencia, ¡si yo pudiese al menos alcanzar un nombre en la carrera de las letras! ¡Eso siempre me daría alguna gloria, y tan sólo en la gloria estriba la dicha del hombre!

Los depósitos esparcidos en las costas lo guardaban para los buques de guerra. Noticias importantes llegaban con frecuencia al yate por el telégrafo sin hilo desde el lejano París, donde estaba el primer apoderado del príncipe. Se había roto la comunicación entre él y las administraciones de la fortuna Lubimoff establecidas en Rusia.

Los mercados, las escuelas, el salvamento de náufragos, la erección de un templo o de una cárcel, etc., etc., eran los asuntos en que para gloria suya y bien del pueblo que le vió nacer, se ejercitaba con más frecuencia. Uno de ellos, de «vital interés para Sarrió», como él afirmaba muy bien, era el matadero.

Usted lo verá acompañándonos a la Villa Blanca, donde le haremos los honores. Con mucho gusto, querida señora, en cuanto deje la maleta en el hotel de Francia, donde he tomado una habitación. ¡Cómo! ¿Piensa usted alojarse en Granville? Eso no me impedirá ir con frecuencia a Saint-Pair si ustedes me invitan...