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Limitado del lado meridional por la convexidad del lago Leman, su extremo superior arranca en el valle del alto Ródano, y el inferior toca en los límites de Ginebra, extendiéndose desde las alturas de los Alpes berneses, en la nevera de Diablerets, hasta las del Jura, en las cimas de Mont-d'Or y Dôle, de la frontera francesa.

La mayor parte de los vocablos, que componen este idioma acentuado, terminan en vocales, y los muy contados que se apartan de la regla general, acaban en t, m, s, y en la ch francesa: la j española es poco empleada, y casi siempre toma el sonido compuesto de las letras que la acompañan, como jna, jle, etc.; la u nasal es rara, la f y la x son absolutamente estrangeras; tambien se encuentra la e muda de los Franceses, pero poquísimas veces.

El buen parisiense no la quita ojo, y la buena francesa del Mediodía le manda tambien de cuando en cuando alguna miradilla furtiva, picaresca, como robada.

La Ilustración francesa se había dejado en un arranque de patriotismo; por culpa de un grabado en que aparecían no se sabe qué reyes de España matando toros. Con ocasión de esta medida radical y patriótica se pronunciaron en la junta general muchos y muy buenos discursos en que fueron citados oportunamente los héroes de Sagunto, los de Covadonga, y por último los del año ocho.

Continuamente le atormenta la idea de que no le planchan los cuellos á la francesa, y la de que no toquen los barcos de las mensajerías en Manila. La probabilidad de tenerse que ir en un barco español y el ponerse un cuello planchado con morisqueta le hacen completamente desgraciado.

Raza esencialmente francesa por su orígen, su lengua y sus tradiciones, el pueblo ginebrino tiene las cualidades sin los defectos del genio frances.

Para hacerse perdonar su falta de conducta, la francesa era complaciente con Augusto, y le permitía entrar en su taller a todas horas y bromear con las oficialas. Al ver a Miquis, Isidora se turbó un momento. Después se echó a reír. «¿Te asombra de verme vestida de baile? le dijo . que me has de reñir; pero, vamos, franco. ¿Estoy bien así, o no?».

Aplíquese esta costumbre á nuestra raza latina, ora sea francesa, italiana ó española; á la media hora de estar reunidos se han roto la cabeza algunos de los convidados, y cada vez que se encuentren juntos bebiendo habrá disputas.

Conocía bien la historia de la revolución francesa, especialmente la de los Girondinos; estaba versado en Economía política, había leído la Profesión de fe del siglo XIX de Pelletan, algunos versos de Víctor Hugo y tres volúmenes de la Historia Universal de César Cantu.

Los desgraciados habitantes de esta región que apenas pueden, á costa de grandes esfuerzos, llevar un pedazo de borona á la boca, dentro de pocos días, gracias á la iniciativa de una poderosa casa francesa que va á sembrar aquí sus capitales, encontrarán medios de emplear sus fuerzas, ganarán jornales jamás soñados por ellos.