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Hablaban de las últimas modas, de que en París se rehabilita el color verde, de que en París, decía Pedro, nada más se vive. Pues yo no decía Ana . Cuando Lucía sea ya señora formal, adonde vamos los tres es a Italia y a España: ¿verdad, Juan? Verdad, Ana. Adonde la Naturaleza es bella y el arte ha sido perfecto.

Pepe Güeto, hijo de un rico labrador de Villafría, de edad de treinta años, era el hombre más grave, mesurado y formal que se conocía en toda la provincia. Las locuras y regocijos algo descompuestos de doña Manolita le chocaban de un modo atroz y siempre los estaba censurando.

En virtud de otra intriga, Don García se ausenta algún tiempo de su casa, cuya ausencia aprovechan los amantes casándose, y á su regreso traen la noticia de que Don Fadrique ha sido forzado por la justicia á dar su mano á otra dama, á quien había hecho promesa formal de casamiento; Don Diego y Doña Lucía se le presentan ya como recién casados, y Doña Catalina, perdidas sus esperanzas, acepta la mano que Don Juan le ofrece.

Dimos vuelta a toda la casa y aún nos detuvimos mucho tiempo después de enganchados los caballos; pero no volvió; no cabía duda que, evitando una despedida formal, nos dejaba partir como habíamos venido.

Esto te lo digo, Juanito, porque eres el más formal de la casa y necesito tus consejos. Pero ¡por Dios! ni una palabra a las niñas; que no sepan las pobrecitas la situación. Se sentirían humilladas, y no quiero que mis hijas se consideren inferiores a sus amigas. Lo que menos preocupaba a Juanito era lo que pudiesen pensar sus hermanas.

Al poco tiempo, don Mariano apremió a su pretendida: Debe contestarme usted pronto, Coca... ¡Esto se va haciendo inaguantable!... Hace ya dos semanas que usted me tiene en la duda y la incertidumbre... Muy formal, respondió Coca: ¿Dos semanas?... Espere siquiera a que se cumplan... Apenas han pasado doce días desde que usted me habló. He contado muy bien, ¡doce días!

Al contrario, me parece bastante formal y simpático; guapo no lo es... ¿para qué más de la verdad?... pero el otro... el otro es una alhaja, un bendito... ¡Si le viese usted, como yo le veo muchos días, comulgar en San Antón!... Vamos, que enternece hallar un chico tan humilde y devoto ahora en que a todos les da por despreciar las cosas santas y decir mil borricadas y escandalizar a las personas honradas.

Por eso he pensado en buscar para ella un mozo rico, guapo, valiente, formal y trabajador. ¿Y quién reune en Entralgo estas cualidades?

Torquemada les recomendó una que servía para todo y que guisaba muy bien, mujer de edad mediana, formal, limpia y sentada. Bien podía decirse de ella que era también ganga como los muebles, porque el servicio estaba muy malo en Madrid, pero muy malo.

Constábale que la persona que la interrogaba así había vivido largos años orgullosa de su matrimonio legítimo, de su honestidad plebeya, de su marido trabajador, de que en la Fábrica los citasen a entrambos por modelo de familia unida, de que en cierta ocasión el jefe hubiese proferido palabras honrosas para ella, llamándole mujer «formal y de bien». , Amparo lo sabía, y por eso callaba.