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Por su parte, Oliverio no se dio más que muy a medias, ya sea porque la envoltura del hombre le pareció chocante, ya fuese porque advirtió en él, por dentro, la resistencia de una voluntad tan bien templada como la suya, pero formada de metal más puro. Había adivinado a su amigo de usted me dijo Agustín, en el orden físico y en el moral. Es seductor.

Y estos coquillos negros estaban muy pulidos por dentro, y en todo su exterior trabajados en relieve sutil como encaje. Cada taza descansaba en una trípode de plata, formada por un atributo de algún ave o fiera de América, y las dos asas eran dos preciosas miniaturas, en plata también, del animal simbolizado en la trípode.

De cada pequeña piedra y de cada raíz descubierta, parten una serie de agujas de cristal que, ordenándose unas tras otras, avanzan por la superficie del agua formando láminas radiantes á derecha ó izquierda y una capa de hielo formada por innumerables láminas, se teje lentamente sobre la superficie líquida.

En la mañana de la sesta jornada se pasa la confluencia del rio Ibabo, cuyas fuentes se encuentran en Tasajos, en Pampa-Grande y en Vilca, puntos de las montañas de la provincia de Valle-Grande. Esta corriente formada de los rios Surutú y Yapacani, toma el nombre de Ibabo cuando baja á serpentear por la llanura, siendo navegable hasta el pié de las montañas.

Como era tanta la gente que acudía a oír la misa solemne, ésta se celebraba al aire libre en un altar erigido en la trasera de la iglesia. Los fieles la oían esparcidos debajo de los castaños. Debajo de los castaños había también una tribuna para los cantores formada con cuatro bancos.

No se fundaba, pues, la resolución de la Montálvez en aquel fracaso de su belleza, aun que coincidió con él. Ya se sabe que no estaba formada del peor de los barros posibles; que no entraba el vicio como verdadera necesidad en su naturaleza, y que, aunque la divertía ser viciosa, no la llenaba.

Sin reparar en el corro de bolos en que acababan de gritar cincuenta bocas á la vez ¡eseeé! al hacer un emboque uno los jugadores; abriéndonos paso á través de la batería formada por los pellejos de vino, barriles y cacharros que sobre un carro, debajo y á los lados de él, á la sombra de un castaño, son la delicia de los bebedores; echándonos por la derecha para no turbar el sueño pacífico de los jamelgos de un cura y un señor de aldea, que están amarrados al cabezón del mismo carro, quizá por casualidad, quizá porque los jinetes tomaron este norte como de mejor atractivo para cuando vaya anocheciendo; guardando el cuerpo del fogoso trotón de ese jándalo, que atraviesa la feria llevando á las ancas la parienta más joven é inmediata que encontró en su pueblo cuando volvió de Andalucía, y cuyo chal de amarillo crespón, no menos que su vestido blanco de empinados volantes, forman extraño contraste con su reluciente y pasmada fisonomía; sin responder á las voces de las importunas fruteras, de los agualojeros, rosquilleros y otros análogos industriales que nos asedian al paso; sin fijarnos, en fin, en ese maremágnum alegre y estimulante que el cuadro presenta á primera vista, salgamos á aquella braña donde hay un grupo de ocho personas y una pareja de novillos uncidos.

Veíanse soberbios plátanos de espléndido ramaje con sus anchas hojas erizadas de picos; magníficos olmos de oscura copa tallada en punta como las agujas de las catedrales, y formada de espesísimas y menudas hojas; grandes y robustos castaños de aspecto patriarcal, exuberantes de salud y frescura; al lado de éstos ostentaban los abedules sus blancos y delicados troncos.

Que la colección de objetos naturales traidos de América, formada por Monardes, llegó efectivamente á constituir un notable museo, lo prueba la circunstancia de que se cita por todas las personas dedicadas á estos estudios, y es, según el referido Beckman uno de los más antiguos que han existido refiriéndose al año 1554, y aunque los indicados Argote de Molina y Rodrigo Zamorano se ocuparon en Sevilla en reunir substancias de esta índole, no llegaron estas colecciones á igualar á la de Monardes, ni en el número de ejemplares, ni tampoco en las condiciones especialísimas de los mismos, dignas de ser tenidas muy en cuenta por lo conveniente para el estudio, en todos conceptos, así como por el valor científico, importancia y criterio en la elección de los objetos coleccionados, que superaba á todos.

A las dos las quería mucho; pero, como había cuidado a Inesita desde más niña, y como Inesita seguía soltera, tenía con ella mayor familiaridad y confianza. Por extraña alucinación, más frecuente de lo que se piensa, el ama, como si los años hubieran pasado en balde o no hubieran pasado, no veía en Inesita a la mujer ya formada, sino a la niña pequeñuela que había mimado tanto.