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Hundidos en el follaje de los rosales, a la entrada de la plazoleta, había dos bancos antiguos de mampostería, blanqueados con cal, con el asiento y el respaldo de viejos azulejos valencianos de una transparencia aterciopelada, en la que resaltaban los floreados arabescos, los caprichos multicolores de una fabricación heredada de los árabes.

Este estaba rodeado por una espesa cerca, y al fondo había un banco cubierto de yedras y madreselvas. Se veía en verdad una abertura en la cerca, pero quedaba cerca de la casa, y alguien que estuviera bajo aquel techo de follaje no podría ser visto desde afuera.

Colgadas con disimulo entre el follaje había algunas jaulas con ruiseñores, canarios y un sinsonte que Reynoso había logrado aclimatar después de haber fracasado con otros dos.

Un pequeño arroyo bajaba en zigzag por las quebradas verdes del césped, formando remansos entre bambúes y palmeras japonesas, hasta desembocar en un lago minúsculo con bordes de follaje, tranquilo, gracioso, frágil, como uno de esos centros de mesa en los que el agua está representada por una lámina de cristal. Miguel se detuvo en lo alto de los jardines para contemplar de lejos el Casino.

Muchas veces se hundía la barca en una de aquellas bóvedas de verdura, abriéndose paso lentamente entre las plantas acuáticas, y el follaje temblaba con el impulso armonioso de aquella voz vibrante y poderosa como gigantesca campana de plata.

¿Qué hay adentro? ¿Qué vida misteriosa y activa se desenvuelve tras esa cortina de cedros seculares, de caracolíes, de palmeras enhiestas y perezosas, inclinándose para dar lugar a que las guaduas gigantescas levanten sus flexibles tallos, entretejidos por delgados bejuquillos cubiertos de flores? ¡Qué velo nupcial para los amores secretos de la selva! ¡Sobre el oscuro tejido se yergue de pronto la gallarda melena del cocotero, con sus frutos apiñados en la cumbre, buscando al padre sol para dorarse: el mango presenta su follaje redondo y amplio, dando sombra al mamey, que crece a su lado; por todas partes cactus multiformes; la atrevida liana que se aferra al coloso jugueteando, las mil fibrillas audaces que unen en un lazo de amor a los hijos todos del bosque, el ámbar amarillo, la pequeña palma que da la tagua, ese maravilloso marfil vegetal, tan blanco, unido y grave, como la enorme defensa del rey de las selvas indias!

Mientras tales cosas pasaban en las Casas Consistoriales, ocurrían otras de bien distinta naturaleza junto al mismo regato de que se ha tratado, a la escasa sombra que proyectaba el aún no bien formado follaje de dos cortas hileras de chopos, a las cuales se llamaba en la villa la Alameda grande.

Cada una de estas veladas tenía su fisonomía característica y en casi ninguna de ellas faltaba su procesión y rosario, arcos de follaje, fuegos de artificio y mucho de baile, cantos, buñuelos y dulces, sin que escaseasen tampoco las broncas y los alborotos para dar más colorido al cuadro.

Su caserío de tabla y techumbre de zinc, descuella de un modo pintoresco entre el exuberante follaje que la rodea, resultando un conjunto el más pintoresco y agradable que presenta población alguna del Archipiélago.

Trepando por la selva hacia la cumbre de la montaña, se ve que los árboles tienen que luchar cada vez más para conservar su existencia en la atmósfera, que se va enfriando. Su corteza es más rugosa, su tronco menos recto, sus ramas más nudosas, su follaje menos abundante y más duro. Sólo pueden resistir á las nieves, á las tempestades y al frío por el abrigo que se dan unos á otros.