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Vaya... di que no me he lucido... En fin, no se habla más de eso. Di si me quieres, o no... pero pronto, pronto. Al otro día, en las alturas de Tibidabo, viendo a sus pies la inmensa ciudad tendida en el llano, despidiendo por mil chimeneas el negro resuello que declara su fogosa actividad, Jacinta se dejó caer del lado de su marido y le dijo: «Me vas a satisfacer una curiosidad... la última».

Semejante a aquellos amadores que fijan en la mente la imagen de sus amadas tal cual se les apareció en una hora culminante y memorable para ellos, y, a despecho de las injurias del tiempo irreverente, ya nunca las ven de otro modo, al señor Joaquín no le cupo jamás en la mollera que su caro prohombre fuese distinto de como era en aquel instante, cuando encendido el rostro y con elocuencia fogosa y tribunicia se dignó apoyarse en el mostrador de la lonja, entre un pilón de azúcar y las balanzas, demandando el sufragio.

No tome usted en mal sentido mis palabras, inspiradas sólo en el interés que por usted tenemos mi marido y yo.... Su marido de usted ... interrumpió la fogosa solterona, ¿qué ha sabido? Dígame usted la verdad! Pero si no sabe nada; supone solamente, como yo, que don Mauricio podrá, en un momento dado, ser impulsado por una influencia ... exterior.... ¡Cuál! Diga usted todo su pensamiento....

Sintió entonces cierta tristeza, cierto malestar que le aquejaba, a pesar de sus satisfacciones de la víspera, desde el momento en que los masones habían repetido por segunda vez aquella ridícula broma del sellito, que ahora como entonces había venido a asustarle primero, a irritarle después y a despertar, por último, su fogosa e irreflexible actividad de un momento, a la vista de aquel peligro misterioso que hubiera debido conjurar ya dos veces, sin haberlo hecho ninguna.

A me ha gustado siempre tener un buen caballo decía el viejo señor, no gustándole que la época de su juventud fogosa se borrara por completo de los más jóvenes que él.

Agrádale realzarlas con colores ideales: quizás ninguno ha pintado con más ardor, con más vida ni verdad la fogosa adhesión, la firmeza y la energía, de que es capaz una mujer enamorada; nadie ha descubierto con tanta delicadeza el laberinto del corazón del bello sexo, y las diversas sendas que el amor recorre, desde la primera y débil simpatía de su alma, hasta la abnegación más heróica y el más vivo fuego de la pasión.

No escasean en ellas escenas aisladas muy divertidas, aunque se echen de menos aquellas cualidades, que tanto brillaron en los dramáticos posteriores, como fogosa imaginación, ingeniosa y osada inventiva, fuente inagotable de aventuras románticas, y ese interés que inspiran generalmente sus composiciones, no obstante el incomparable enredo y la complicación de la intriga, que no por eso llega á cansar nunca.

Me dirán, por ejemplo, que es de estatura mas que mediana, de espaciosa y despejada frente, cabello negro y caido con cierto desórden, ojos grandes, mirada viva y penetrante, color pálido, facciones animadas y expresivas; que en sus labios asoma con frecuencia la sonrisa de la amabilidad, y que de vez en cuando anuncia algo de maligno; que su palabra es mesurada y grave, pero que con el calor de la conversacion se hace rápida, incisiva y hasta fogosa; y así me irán ofreciendo un conjunto físico y moral para darme la idea mas aproximada posible; si supongo que estas y otras noticias son exactas, que se me ha descrito con toda fidelidad el original, tengo una idea de lo que es la persona que llamaba mi curiosidad, y podré dar cuenta de ella á quien como yo estuviese deseoso de conocerla.

El comandante hizo una defensa acabada y fogosa de la mujer sevillana. Según él, ésta es viva y ardiente, pero no vanidosa, lo cual suprime uno de los grandes incentivos, acaso el más capital, que la mujer tiene para caer. El fuego de su alma, al casarse, se convierte en ternura y abnegación. Exige que se la ame, no que se la adorne.

En este local se verificaban los banquetes políticos y las juergas: se brindaba con fogosa oratoria por la regeneración de la patria, y se mecían y ensanchaban las curvas femeniles con el vaivén del tango, al runrún de las guitarras, mientras en los rincones sonaban besos y chillidos y se rompían botellas.