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La flora de Mindanao, como la de todo país tropical, ofrece un aspecto sorprendente, realzado con la exuberancia de vida que le presta la vegetación portentosa, propia de los fértiles y ricos territorios que la sustentan.

Y viéndolos desfilar tan hermosos, tan brillantes y risueños, permaneció atónito, arrobado con tal expresión de estúpido embeleso, que si Flora no estuviese tan conmovida y hubiese vuelto hacia él su rostro, le suelta sin remedio una carcajada.

Estos y otros como estos, amiga doña Flora, echarán a los franceses, si es que les echan, que no los monigotes de la Cruzada, con su D. Pedro del Congosto a la cabeza, el más loco entre todos los locos de esta tierra, con perdón sea dicho de la que es su tiernísima Filis.

Tellagorri era un sabio, nadie conocía la comarca como él, nadie dominaba la geografía del río Ibaya, la fauna y la flora de sus orillas y de sus aguas como este viejo cínico.

La conversación quedó interrumpida al aparecer Flora Vods, muchacha de quince años, rolliza y de buena presencia; salía de entre los pinos, donde se ocultara ruborizándose y se adelantaba a caballo hasta ponerse al lado de su prometido.

Debíamos ir a la tertulia de doña Flora, y mientras llegaba la hora, mi amigo, que quise que no, hubo de darme nuevas lecciones de esgrima.

Ya hablaba don Gaspar de llevársela a París en busca de doctores, cuando una mañana doña Flora entró en su despacho, sin ser llamada, diciéndole de buenas a primeras: Ya lo que tiene tu hija. Ármate de valor... Quiere meterse monja. Y yo creo que la idea no ha nacido de ella: es cosa de los de ahí al lado.

Admiraba la flora europea de todas las latitudes, educada en cierto modo por la civilizacion, embellecida con el arte, en cuanto este puede embellecer la naturaleza.

Y el acuerdo de todas las flores vengativas, Desde las sampaguitas hasta las siemprevivas, Quedó temblando a modo de una hoz sobre el viento. Y aquí viene lo triste, señor, de todo esto; Porque una tarde Flora cortó y cortó más flores, Y luego de apiñarlas en su tagalo cesto, Se fué a su lecho para contarlas sus amores.

Vuelvo, oigo y penetro, señora doña Flora. Estoy arrepentido de mi locura... Tentome el demonio, y... Pero siento pasos, que se me figura son los del Sr. D. Pedro del Congosto. Jesús, María y José... ¡Y ahí tan serio tomando chocolate conmigo!... Pero hombre, ¿y el pudor y la decencia?