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Los cortesanos que habían sido fieles a la persona, pero que no simpatizaban con las ideas, se preparaban a abandonar la casa. Las salas, las galerías, las cámaras, estaban llenas de corrillos.

Después los fieles de rostros bermejos se volvieron a su casa a través del frío negro y picante, sintiéndose libres, durante el resto del día, de comer, de beber y de regocijarse, usando sin temor de aquella libertad cristiana. En la reunión de familia en casa del squire Cass celebrada ese día, nadie habló de Dunstan nadie sentía la ausencia, y temía que fuera a ser larga.

Y la de Sánchez Morueta, pensaba en su pariente el doctor, como siempre que había de indignarse contra alguna impiedad. Recordaba su comparación del hermoso templo con el forro interior de uno de esos baúles que usan las criadas, matizados de chillones colorines. ¡Decir tal cosa, cuando todo estaba en aquella iglesia discurrido y ordenado para comodidad y suave placer de los fieles!

¡Oh, amada Filipinas! inculpa á tus riquezas, á tu hermosura, la inmensa desgracia que pesa sobre tus fieles hijos. Has despertado la ambición de los imperialistas y expansionistas del Norte de América, y unos y otros han echado sus afiladas garras sobre tus entrañas! ¡Madre amada, madre querida, estamos aquí para defender tu libertad é Independencia, hasta morir!

Fuí estudiando de cerca esta sociedad extraordinaria, que luego se ha modificado exteriormente al volver los tiempos de paz, y así empezó mi composición de LOS ENEMIGOS DE LA MUJER. Casi todos los personajes que aparecen en la presente novela tienen algo ó mucho de real. Fueron observados directamente y son reflejos, más ó menos fieles, de personas que aún viven ó murieron hace pocos años.

Habiéndose aumentado el vecindario de Córdoba con las cabilas enteras que á ella acudian de la costa de Berbería y otros puntos de Africa, y creciendo cada vez más en importancia y esplendor la corte de los califas, no bastaban ya los arrabales y las afueras de la capital para contener esta superabundancia de poblacion, ni tampoco la mezquita Aljama era suficientemente espaciosa para que cupiesen en ella los fieles que se agolpaban á la oracion los dias de juma.

Colocóse en cierta ocasión en la puerta de un templo una mesa con la indispensable bandeja para que los fieles oblasen limosnas. Llegó su excelencia y el virrey echó un par de peluconas, y los oidores, y damas, y cabildantes, y gente de alto coturno hicieron resonar la metálica bandeja con una onza o un escudo por lo menos. Tal era la costumbre o la moda.

Yo opino que toda la ciencia se encierra o debe encerrarse en esto: «Obedecer y creer»; tal vez se me dirá que esto es poco poético, pero tengo para que existe tanta poesía en la sumisión del espíritu como en la rebelión. ¿Son, por ventura, los ángeles fieles, menos poéticos que los ángeles que se rebelaron contra Dios?

Para que se repare, cuan hipócritamente sabe solaparse el judaismo en tales hombres, siendo ellos los que más frecuentaban las Fiestas, Sermones y aun Sacramentos, sin dar lugar a la piedad inocente de los fieles a formar juicio de su malicia, tan rebozada con capa de aparente virtud.

Llevábalos de Terranova magníficos, y perros esquimales; á todos ellos teníalos por mejores compañeros que al hombre. En sus dilatadas estaciones, cuando las noches se prolongaban meses y meses, los canes vigilaban alrededor de la nave. Al pasearse Kane por entre horrorosas tinieblas, guiábalo el tibio aliento de aquellas fieles bestias, que calentaba sus manos.