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Sabía que me necesitaría usted en un momento dado y debe estar segura de encontrarme. Aquí estoy pronto á defenderla. ¡Dése usted prisa!, exclamé temblando de fiebre. Tenemos tiempo. Son las nueve; los criados no volverán antes de las doce y no entrarán en esta habitación... No. El único que puede venir es Jacobo y ese no vendrá seguramente. Somos, pues, dueños de nuestras acciones.

En los pasajes que me parecían más enérgicos procuraba ahuecar la voz y hacerla sonora, campanuda; en los más tiernos me conmovía, pero de verdad, y llegaba hasta derramar lágrimas, aunque me los sabía mejor que el padrenuestro. Por la tarde estuve en el palacio de Padul. Encontré al conde sentado en una butaca, con el brazo en cabestrillo. Tenía alguna fiebre.

Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

La frescura del aire matutino entibió, a su parecer, aquella a modo de fiebre que en sus venas ardía.

Con mas irregularidad y espasmos, reclama desde luego la ignacia, y si la gravedad fuese mayor, el eleboro blanco, la coca de Levante, el arsénico, medicamentos que estarian mas indicados, el arsénico solo con principalidad, si el despecho y la cólera no fuesen las causas de la fiebre.

Se diría que ya está muerta murmuró, ocultando la cabeza entre sus manos. Y si muere continuó, no será a consecuencia de su parto, no será de esa miserable fiebre; sólo yo seré la causa de su muerte. Por el amor de Dios, ¿qué dices? exclamé, extendiendo hacia él mis brazos.

Aunque serena, la noche fruncirá su ceño, y las estrellas, de lo alto de sus tronos celestes, no bajarán más sus miradas con un resplandor parecido al de la esperanza que se concede a los mortales; pero sus órbitas rojas, desprovistas de todo rayo, serán para tu corazón marchito como una quemadura, como una fiebre que querrá unirse a ti para siempre.

El primer período de las afecciones producidas por tales influencias, representa exactamente el período de espasmo febril, de contraccion, de calosfrío y de fiebre propia de árnica.

En cuanto suelte el constipado, voy á salir al campo dijo el enfermo, los ojos iluminados por la fiebre. ¡Tengo una idea, qué idea!... Creo que me pondré bueno de ocho á diez días, si usted me socorre, D. Francisco; y en seguida al campo, al campo....

Los «monos sabios» conducían de las riendas los caballos heridos, que arrastraban sus entrañas por el suelo, soltando al mismo tiempo por debajo de la cola una diarrea de susto. Al verlos, un encargado de las cuadras comenzó a mover pies y manos, agitado por una fiebre de actividad. ¡Fuerza, valientes!... gritó dirigiéndose a los mozos de las caballerizas . ¡Duro! ¡duro ahí!