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Don Pompeyo, que daba diente con diente, de frío con fiebre, se detuvo en lo más alto de la calle de la Rúa para contemplar aquella muchedumbre apiñada a los pies de la torre, en tan estrecho recinto, cuando podía extenderse a sus anchas por toda la plazuela. «Ya sabía lo que era.

Me invade como la embriaguez de la fiebre, ofusca mis sentidos y me hace hervir la sangre en las venas: es el deseo de descansar, una vez tan siquiera, entre sus brazos para llorar en ellos a mis anchas, porque desde aquellas noches las lágrimas se han secado en . Me ha sido imposible llorar desde ese día en que encontré a Marta tendida en su lecho de dolor. Quince días después.

Entró en su casa cerca de la una, sintiendo algún alivio en las congojas de su alma; se adormeció vestido, y á la mañana del día siguiente la fiebre de Valentín había remitido bastante. ¿Habría esperanzas? Los médicos no las daban sino muy vagas, y subordinando su fallo al recargo de la tarde.

«No, no hay Dios, iba pensando, pero si lo hubiera estábamos frescos...». Y más abajo: «Y de todas maneras, eso de que le han de enterrar a uno de fijo, sin escape, en ese estercolero... no tiene gracia». Y corría, sintiendo de vez en cuando escalofríos. Don Pompeyo tuvo fiebre aquella noche. «Ya lo decía él; ¡la humedad!».

2.º Estado agudo. El estado agudo de una fiebre francamente inflamatoria escluye el predominio de los fenómenos nerviosos que caracterizan los prodromos. Desde el momento en que el estado espasmódico primordial termina sus calosfríos, el árbol arterial entra en accion simpática, y la participacion del corazon resume la afeccion, domina la escena.

Sin duda faltaba algo. Lázaro se mezcló en el torbellino. Sus ojos brillaban con extraordinario resplandor; su inquietud era una convulsión, su agitación una fiebre, su mirada un rayo.

Cuando la Luna salió tras los altos abetos alumbrando los tristes grupos de sitiados, Hullin era el único que velaba, presa de los ardores de la fiebre.

En suma, es infatigable en sus tareas, parece poseído por una especie de fiebre de trabajo. Se diría que desea demostrar al pueblo que lo arrojó de su seno por su conducta, que no merecía aquella ignominia, y que en su mano estaba volver al buen camino, si la persona a quien había hecho tal promesa hubiera dado crédito a sus palabras.

No: sobre aquellas gibosas y pacientes acémilas se transporta tambien la riqueza intelectual, la ciencia, el arte, la poesía: ved esas blancas construcciones que de trecho en trecho asoman sus dilatadas terrazas por entre los grupos de palmeras tan gratos á la sedienta caravana; esas son las hospederías de los poetas y de los sabios, los depósitos de las letras, los paradores de la inteligencia, espresamente erigidos en obsequio de los sabios peregrinantes por los magnates que como Saïfed'dullah se disputan el honor de albergarlos y de recoger sus historias, sus dogmas, sus improvisaciones. ¿Por qué los Califas de Occidente no marchan con la misma rapidez que los afortunados Abassides hácia el fin glorioso que estos ya tocan con sus manos, de construir el mundo islamita sobre la poderosa base de la unidad de lenguaje y de creencias, convertido el Koran á pesar de sus errores en piedra angular del edificio social, intelectual y político? ¡Ah! porque los hijos de Beni Abbas gobiernan pueblos sosegados que pasaron ya del período de las conquistas, pueblos ademas criados en las tradiciones asiáticas, en quienes es índole peculiar el amor á la vida regalada, ociosa y contemplativa; y los Umeyas por el contrario rigen un pueblo conmovido y agitado aun por la fiebre de las invasiones, que aunque ansioso tambien de ciencias y de placeres, se ve contrastado por las rebeldes razas del Norte, tenaces en sus ideas de independencia y aleccionadas en una religion que hace de las fatigas y privaciones el ejercicio normal de la vida.

Cada vez que volví a verlo en los días sucesivos, lo hallé más exaltado con su amor. Estaba más delgado, y sus ojos cargados de ojeras brillaban de fiebre. ¿Quiere hacer una cosa? Vamos esta noche a su casa. Ya le he hablado de ti. Vas a ver si es o no como te he dicho. Fuimos.