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Por regla general, cuando un enfermo ha llegado á este estado, es muy conveniente prescribir una cantidad de acónito para tomarla en algunas horas y por fracciones, á fin de debilitar la violencia de la fiebre hasta el grado que sea dable en las atribuciones de este medicamento; el acónito, en efecto, tiene entre sus síntomas algunos de los característicos de las fiebres en su apogeo; su pulso llega por su pequeñez y dureza al mas alto grado de agudeza; corresponde por lo mismo á la gastritis y pericarditis sobreagudas; pero es preciso usarle sóbriamente á fin de no dejar pasar los momentos en que pueden jugar otros medicamentos mas directamente indicados.

Es notable la irregularidad en la marcha de los síntomas, pues en cuanto á la fiebre, no hay órden ni relacion en la aparicion del calor, los calofríos y los sudores, ocurriendo lo mismo en la sensibilidad que tampoco está uniformemente repartida, pues mientras es escesiva en un punto, disminuye en otro, se exalta en todas partes por un momento, dando despues lugar al abatimiento, á la sensibilidad dolorosa general, á la debilidad paralítica, en fin, para volver como en su principio á un simple esceso de aquella.

§ IV. Efectos terapéuticos. =A.= Afecciones flegmásicas. Fiebres intermitentes. Diátesis palúdica. La quina no cuenta entre sus efectos, ni la fiebre inflamatoria, ni las inflamaciones locales simples; la oftalmía que registra su patogenesia, es subaguda, venosa ó linfática. Todos los síntomas de la laringe y del pecho indican, ya el elemento nervioso, ya la astenia, ya un molimen hemorrágico.

El señor Laubepin ha sido llamado de París; se le espera mañana y el contrato será firmado al día siguiente bajo su dirección. Esta noche he podido estar de pie algunas horas; pero si he de creer al señor Desmarest, he hecho muy mal en escribir con mi fiebre, y soy un solemne bestia. 3 de octubre.

¡Infeliz! exclamó con ahogado sollozo . ¿Puede el dolor moral matar de esta manera? Cuando yo la recogí en la Trascava, estaba ya consumida por una fiebre espantosa. Pero eso no basta ¡ay!, no basta. Usted dice que no basta. Dios, la Naturaleza dicen que . Si parece que ha recibido una puñalada. Recuerde usted lo que han visto hace poco estos ojos que se van a cerrar para siempre.

La fiebre de la belladona, en su período de agudeza y de incremento, ofrece casi la misma regularidad que la de acónito; pero tiene una tension mas duradera, debida á la escitacion cerebral que parece como que comprime todos los conductos, y que frecuentemente produce un abundante sudor en la frente.

Se despertó en la fiebre del raciocinar, y sobre aquel tema controvertía apasionadamente conmigo mismo en el silencio de mis insomnios. Lo que más me aturdía era ver que con unas cuantas varas de tela había variado por completo su carácter.

La fiebre devorante del amor, que es la vida de los fuertes, lo dominaba. Cada día amaba más a María Teresa; ella lo sabía, y, sin embargo, dentro de algunas semanas sería la mujer de otro... Este tenaz pensamiento hacía palidecer su semblante, y daba a su mirada una expresión singular.

En medio de mis costumbres estrambóticas que reducían a muy poco mi sueño y me mantenían en un estado de fiebre, conservaba ciertas energías, insaciable hambre del espíritu que había acrecentado el afán por el trabajo, haciendo más sabroso el placer que él me procuraba.

Tres días de cama, con dolores en el costado, y fiebre, y médico yendo y viniendo. ¡Dios mío! ¿Sigue enferma la tía? preguntó con sobresalto la joven. Ya está levantada, pero... casi no cuenta el cuento. Juraría, Nanita, que allí hay algo. ¡Algo! a ver, Agapo, cuéntame.