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Esta pobre mujer, después de tantas experiencias, aún no había escarmentado y seguía cayendo inocentemente en los lazos que para reirse de ella le tendía aquél. Ahora la querella se había producido porque Antonio la había llamado en son de desprecio femenina. Oye, guasón, á no me digas eso respondió María, preparada á encolerizarse.

En el aire perfumado de los bosques la riente imagen de la señora Liénard se le aparecía con mayores atractivos aún; veía sus ojos límpidos, su frente pura y la morbidez de sus mejillas aterciopeladas, la gracia de sus labios... Se apoderaba de él una profunda melancolía al pensar que todas esas delicias, que todas esas suavidades de la intimidad femenina no se habían hecho para él.

¡Adiós, padres, hermanos, trozos del alma mía, amigos de la infancia en el perdido hogar! ¡Dad gracias que descanso del fatigoso día...! ¡Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría! ¡Adiós, queridos seres...! ¡Morir es descansar! Poeta mozo. Colaboró en la Sección femenina de "La Vanguardia" cuando la dirigía Adelina Gurrea.

Esa lengua tan palpitante y tan densa, que tan diversos matices adquiere, ya el de brusquedad estúpida y semisalvaje en Muergo, ya el de dulcísima elegía amatoria en labios de Cleto, ya el de patriarcal ternura en boca del tío Mechelín y de su mujer, ya el de reconcentrada soberbia femenina en Silda, especie de diana selvática y feroz de un barrio de pesca, presenta tales variedades y se mueve con tal libertad en ondulaciones tan diversas, que nadie diría que por primera vez viene ahora el arte, y que ninguno ha precedido a Pereda en trabajarla y domeñarla.

Pero él no habría hecho aquella pintura alfeñicada y femenina, aquella pintura sin contraste y sin misterio. Sentía desde niño la fruición de los interiores sombríos, donde las pupilas descansan de la refracción implacable de las tierras y un solo rayo de sol revela bruscamente el color y la forma.

Las había tímidas, contemporizadoras, sentimentales, de las que necesitan al hombre para vivir y consideran que el amor es la principal ocupación femenina.

Sin embargo, mientras la joven con su vivacidad de siempre, volvía a sentarse cerca de él, se despertó en el inspector general una vaga desconfianza; se dijo que tal vez iba a ser juguete de la malicia femenina, pensando que la señora Liénard había creído ganar así su ánimo en favor de la causa de los usuarios de Val-Clavin y vencer su natural rigor administrativo.

La juventud masculina, lo mismo que la femenina, tratan de calmar a la enfurecida Carmelita. El capitán y el alférez echan sobre toda la culpa. Es en vano. La cólera no se apaga hasta que no se descarga de palabras bien ofensivas y pesadas.

Bajaban las señoras de sus coches, vestidas de negro, con ricas mantillas, y los hombres penetraban en la iglesia, atraídos por la concurrencia femenina. Gallardo entró también. Un torero debe aprovechar las ocasiones para rozarse con las personas de alta posición.

Era esta última idiosincrasia lo que siempre molestaba a Mabel, la cual profesaba esa creencia, tan femenina, de que uno debe ser bondadoso con los inferiores y sólo frío y duro con los enemigos.